Camino
por la calle junto a Kalahari y Luz. A
unos metros nos sigue el resto del grupo, charlando como si ir luciendo por ahí
tus poderes mágicos fuese lo más normal del mundo.
Nadie
esperaba que el plan se pusiese en marcha tan rápido y aún no nos ha dado tiempo
a asimilarlo, pero intentamos aparentar seguridad. Sobre todo yo, que aún soy
una novata, no puedo estar nerviosa mientras realizo mi parte de la función.
-
No
sé ustedes, pero yo aún no me explico qué haremos con el resto de miembros del
grupo que quedan en esta época. Al menos hay una chica más…
-
¿Quién
sabe? Seguro que Samuel tiene algún plan, es un tipo muy retorcido –contesta Luz
a la pregunta del cubano.
Ahora
mismo, eso es lo que menos me preocupa. Incluso la idea de que mi poder se
descontrole y matar a dos personas en menos de cinco horas (en realidad,
también se podría decir que han sido dos personas en cincuenta años, pero
depende de cómo se mire), está en un segundo plano. Lo que realmente me
preocupa es que Isaac no se ha acercado a mí desde que volvió a casa. He
intentado disculparme, pero cada vez que lo hago, Kenshi intenta ligar conmigo
y hace que me aparte.
Llegamos
a la plaza del ayuntamiento, donde empezará nuestra función y abandono estos
pensamientos para concentrarme en el plan.
Tal y como dijo Samuel, el resto del grupo se
para y nosotros seguimos avanzando. Nos colocamos en el centro de la plaza y mis
acompañantes empiezan a hacer trucos básicos: Kalahari petrifica algunas hojas
que hay en el suelo y Luz hace que el viento forme dibujos con ellas. Mientras,
yo grito a la gente que venga a ver el espectáculo. Como predijo Samuel, nadie
se acerca a nosotros. Ahora comienza la segunda parte del plan.
Los
que se habían quedado parados junto a la calzada, se acercan a nosotros con
gesto de curiosidad y nos rodean, haciendo como si fuese un espectáculo muy
interesante y extraño. Cada cierto rato, aplauden.
Como
no podía ser de otra forma, la masa atrae a más masa. En menos de dos minutos,
se nos acercan unas abuelitas que acababan de salir de la iglesia y, para que
se nos vea mejor, nos subimos a un banco. Yo sigo gritando, sin empezar aún con
mi número.
Sigue
llegando gente, atraída por los gritos y los aplausos y, cuando han pasado
cinco minutos, puedo contar al menos a dieciocho personas ajenas al grupo.
Entonces, decido poner toda la carne en el asador y yo también subo al banco.
Kalahari
y Luz paran de moverse y piden silencio. Carraspeo un poco y, nerviosa, repito
las palabras que Samuel me hizo memorizar:
-
Señoras
y señores, antes de marcharnos queremos mostrarles nuestro número más espectacular. Si les
gusta, agradeceríamos un pequeño donativo –echo una pequeña canastita al suelo,
que no tarda en tener algunas monedas cuyo valor desconozco. Después, saco las
semillas que me dio Jose del bolsillo de mi delantal.
La
gente nos mira con atención. Sé que no puedo fallar y me pongo algo nerviosa,
pero consigo hacer lo que estaba planeado.
Lanzo
las semillas al aire y Luz hace que dancen en frente de nuestro público. La gente
se aparta asustada. De pronto, las semillas están a punto de caer sobre Mariam
y ejecuto la segunda parte de mi actuación: las convierto en flores de jazmín.
El público aplaude entusiasmado cuando las flores, atraídas por los poderes de
Luz hasta los pies de Kalahari, se convierten en piedra y caen pesadamente al
suelo. Los tres hacemos una reverencia cogidos de las manos mientras la canasta
se va llenando.
Despedimos
a la gente y agradecemos su donativo. El plan ha salido a pedir de boca y
estamos muy orgullosos. Incluso un par de chicas adolescentes se acercan a
pedirnos el truco, pero cuando Kenshi empieza piropearlas huyen despavoridas.
Cuando
el resto del grupo ya se ha alejado, Kalahari recoge la cesta y empieza a
contar lo que hemos sacado. Hay un billete azul grisáceo, varias monedas
plateadas grandes y otras un poco más pequeñas doradas. Las cobrizas se cuentan
a miles.
Un
poco antes de llegar a la casa, el cubano grita muy ilusionado y nos explica
que hemos conseguido quince euros. No se da cuenta de que no conocemos el valor
de quince euros y sigue corriendo hasta llegar a nuestro objetivo.
Cuando
llegamos nosotras, unos minutos después, nos encontramos al resto del grupo
abrazado y gritando. Solo Isaac y Martina se han quedado al margen, así que les
preguntamos a ellos qué está ocurriendo. Por desgracia para mí, nos contesta la
pequeña:
-
¿Recordáis
que Jose se quedó aquí investigando precios de minibuses? –asentimos- No solo
ha encontrado eso, también a encontrado a la diosa que quedaba en esta época.
Juntamos eso con los quince euros en una hora y mirad lo que se monta
Los
demás paran de saltar, pero siguen conversando a voz en grito y haciendo planes,
así que nosotras continuamos interrogando a Martina:
-
¿Y
a qué sitio lejano tendremos que ir a buscarla? No me gusta mucho viajar…
-
A
ninguno, nos pilla de paso. Parece ser que la madre conocía a la familia de la
tía esta rara –me hace gracia ver que las expresiones bordes de Mariam se han
pegado a las dos más jóvenes del grupo- y, cuando su hijo le ha contado lo de
la investigación, le ha hablado de una turca que vive en Italia. Es parecida a
la del libro, tipo Kenshi, cerrada y retorcida.
-
¿Otra
más? Nos van a amargar la existencia, con lo bien que estábamos al principio –interviene
Álex, que se ha acercado a nosotras sin que nos demos cuenta-. Cambiando de
tema… ¿Te vienes a dar un paseo, Andrea? Esta gente está muy revolucionada, me
agobian.
Acepto.
En un primer momento, me extraña que Alejandro se agobie por un ambiente
festivo, pero después me doy cuenta de que es solo una excusa para dejar la
habitación y quedarse a solas conmigo.
Avisa
a voces de que vamos a dar una vuelta y, sin esperar a que nos contesten, me
arrastra fuera de la casa y me obliga a sentarme en los escalones del porche. Él
se sienta enfrente de mí, en el suelo, y me mira fijamente a los ojos.
-
Estás
preocupada por Isaac –afirma.
Si
hubiese preguntado cualquier otra persona, probablemente habría hecho como si
eso no fuese cierto, pero me es imposible mentirle al dios del tiempo.
-
Mucho.
No me habla desde el incidente con Ángeles y no tengo claro por qué. Ya sé que fueron
amigos cuando él estaba vivo y que...
Álex
me interrumpe:
-
No
fueron amigos, estaban prometidos. Pensaba que lo sabías y que por eso estabas
tan triste.
No
consigo responder, me encuentro en estado de shock. Isaac nunca me había
contado nada de su relación con Ángeles, siempre había evitado el tema. Y
ahora, de repente, Alejandro me sale con esto.
-
¿Estás
bien? Te has quedado blanca.
Y,
por segunda vez en menos de un minuto, soy incapaz de mentirle:
-
No,
me va a dar algo. Lo digo en serio.
Si
esperaba unas palabras tranquilizadoras o un abrazo por su parte, me equivocaba
profundamente. Lo único que hace es cogerme de la mano y, sin avisar, realizar
unos de sus viajes en el tiempo. Esta vez, ya sea por el susto o por la
tranquilidad del viaje, permanezco despierta y noto como su mano no suelta en
ningún momento la mía.
------------Nota de Sofía--------------
Aquí me tenéis de nuevo, con otro capítulo sin corregir y algo más corto que el anterior. Comprendedme, estoy en época de exámenes y me mente no da para mucho más.
Para compensaros, quería anunciar la sorpresa de la que os hablé la semana pasada. En la imagen tenéis toda la información ;)
Para más información, ya sabéis dónde contactar conmigo. Si no, solo tenéis que mirarlo arriba, en el apartado "La autora"