domingo, 30 de septiembre de 2012

Capítulo 2.15.


         Llevamos un rato haciendo turnos para leer en voz alta, pero casi no hemos avanzado. Aunque hemos superado las sesenta páginas, no ha aparecido ningún dato que pueda servir en nuestra investigación secreta. Samuel dijo algo del final de la historia, así que tendremos que tener paciencia.
-     Andrea –me llama Álex, sacándome de mis reflexiones.
Mi corazón se acelera ¿Habrá encontrado alguna pista mientras yo no le escuchaba?
-     ¿Qué? ¿Has encontrado algo?
-     ¿Cómo voy a encontrar nada? –me enseña el libro y reparo en que casi no se ve lo que pone.
La iluminación es casi nula y no podemos arriesgar a encender las luces, pero es prácticamente imposible entender el texto. Me asomo a la ventana y veo que el cielo, antes despejado y brillante, ahora está cubierto por unos nubarrones grises.
Maldigo en voz baja. No ha llovido en todo el verano, ni en esta época ni en la nuestra, y justo cuando nos hace falta la claridad de la Luna el mundo decide darse un baño.
-     Hey, Andrea –ríe Álex- ¿Estabas maldiciendo?
Me tapo la boca con las manos al darme cuenta de que tiene razón.
-     Ya te dije que Mariam no era una buena influencia, pero no me haces caso. Y ahora, volviendo a temas serios… ¿Qué vamos a hacer con el libro? Casi no hemos avanzado, sería una pena dejarlo.
-     ¿Crees que habrá algún mechero por aquí? –abro lentamente un cajón del mueble que hay junto al frigorífico. En él solo encuentro un puñado de cubiertos.
-     No lo veo probable. Ahora las cocinas funcionan con electricidad, y no he visto a Jose fum…
-     ¡Aquí! –encuentro un mechero verde con el escudo de un equipo de fútbol de entre unos platos de sopa.
-     De todas formas no servirá para nada. Si gastamos el gas podrían sospechar, y manteniendo el mechero encendido nos haríamos daño en los dedos.
Suspiro, comprendiendo que Álex tiene razón. Guardo el mechero donde estaba y vuelvo a sentarme enfrente del dios del tiempo.
Nos quedamos un rato en silencio, pensando en posibles soluciones. Encender la luz queda descartado, usar un mechero también, Isaac perdió sus poderes de dios del fuego al morir, el cielo está cada vez más oscuro… todo parece haberse puesto en nuestra contra.
Pasan los segundos sin que se nos ocurra nada y, para complicar aún más la situación, se empiezan a escuchar pasos en el pasillo. Álex y yo nos miramos asustados, preguntándonos qué deberíamos hacer mientras los pasos se escuchan cada vez más cerca.
Álex intenta esconderse debajo de la mesa, algo totalmente inútil teniendo en cuenta que los dos no cabemos, así que decido tomar el mando de la situación. Tiro de su brazo para indicarle que salga y, tras coger el libro, me meto en la despensa. Alejandro entra después y entorna la puerta dejando un espacio para poder ver quién es la persona que ha estado a punto de descubrir nuestra conspiración.
Tengo una sensación parecida a la de cuando llegamos a esta época. Todos mis sentidos están alerta, me siento vulnerable y estoy algo mareada. No me gustan los espacios pequeños y la despensa es un claro ejemplo de esos lugares que tanto odio, más aun teniendo en cuenta que tengo a Álex ocupando el poco espacio en el que no hay estanterías. Tener al dios del tiempo tan cerca me pone muy nerviosa, supongo que es por mi falta de costumbre al contacto con hombres.
Se ve que estoy respirando con demasiada fuerza, pues mi compañero de escondite me pide que guarde silencio colocándose el dedo índice frente a los labios. Asiento y el chico se gira para mirar a través dela rendija de la puerta, agachándose un poco para que yo pueda ver desde detrás.
La escena, con el sonido de la lluvia repiqueteando en la ventana de fondo, hace que esto tenga aspecto de película de miedo, sensación que se acentúa aún más cuando una luz rosa atraviesa flotando sola por la puerta. Habría gritado de no ser porque, unos segundos después, Stefania abre la puerta. Álex suelta una risilla histérica al comprender que no hay ningún fantasma y, sin dar ninguna explicación, abre la puerta y sale saludando felizmente a la rumana. La pobre chica, que estaba bebiendo agua, se lleva un susto de muerte, aunque no es comparable al que me llevo yo al ver el arranque de locura de Alejandro.
-     ¿De donde salís? El día que yo tenga ataque… -masculla Stefania cuando consigue recuperarse de su atragantamiento.
-     Eso me pregunto yo. No estamos aquí, tú estar dormida, nosotros ser sueñ… -digo sin pensar.
-     Deja de hacer el tonto, Andrea. Stefania es la única que puede ayudarnos por ahora.
-     ¡Pero Samuel y ella…!
-     ¿Qué os pasa? ¿Vosotros vampiros comedores de Stefanias? –nos mira con los ojos abiertos como platos y retrocede hasta quedar apoyada en la encimera.
-     ¿No me digáis que ahora existen también los vampiros?
-     Aquí los únicos chupa-sangres son los Hirsizlar…
Y, de esta forma tan tonta, Alejandro y yo empezamos a discutir sobre la existencia de los vampiros y nos olvidamos por completo de Stefania. De hecho, es ella quien tiene que recordarnos que sigue ahí, porque la conversación ha ido perdiendo forma hasta que hemos llegado a la conclusión de que todo el que come morcilla es un vampiro.
-     Chicos, yo cansada… ¿Puedo ir a dormir? Sueño…
Los dos recordamos de golpe la presencia de la diosa de la luz y Álex, despreocupadamente, le cuenta toda nuestra “conspiración” sin que yo sea capaz de detenerle. Al final, cansado de mis constantes quejas, le da el libro a Stefania para que busque la página y me lleva a un rincón de la cocina.
-     ¿Te crees que soy idiota? Cuando sepamos lo que necesitamos saber y Stefania se vaya a dormir, retrocederemos en el tiempo y será como si no hubiese ocurrido nada.
La mente retorcida de Alejandro me deja sin palabras. El chico se sienta junto a Stefania para continuar leyendo y  yo cojo la silla que hay enfrente para escuchar bien.
A pesar de mi proximidad y de que el dios del tiempo lee con voz alta y clara, soy incapaz de concentrarme en sus palabras. Está tan cerca,  tan, tan cerca de Stefania… Esa chica silenciosa, tan triste, cuya mirada estaba cargada de rencor no ha hecho nada para ganarse la confianza de Alejandro y, sin embargo, se pega a él como una lapa.
Cuando parece que solo han pasado unos minutos, la luz rosa se apaga e interrumpe mis cavilaciones. Cosa que, en parte, agradezco.
-     Ya es tarde, será mejor que lo dejemos por hoy –el chico cierra el libro-. Vete ya, Stefi -¿¡Stefi!?- Nosotros vamos a organizar un poco las cosas que hemos desordenado.
-     No hará falta que tú repetir. Buenas noches –bosteza y sale de la cocina seguida de nuevo de su foco rosa.
 Cuando entra en el salón y cierra la puerta, Álex me hace un gesto para que agarre su brazo. Es hora de volver al pasado, a justo antes de reunirnos en la cocina. Estamos a punto de irnos cuando una mano brillante se apoya en la espalda del dios del tiempo. Lo último que veo antes de volver es la tranquilizadora sonrisa de Isaac.

                                                           §
Aparezco en la silla de la cocina donde unos minutos antes (u horas después, depende de cómo se mire) estaba sentada Stefania. Me estoy preguntando qué habrá pasado con la Andrea de este momento cuando Isaac sale del mueble de los platos y me saluda con una risa maliciosa.
-     ¿Has terminado de hacer tu plan para matar a la rumana? Esas cosas no se piensan, niña mala. No puedes matar a una compañera.
-     ¿Ya has vuelto a leerme la mente? –aunque estamos a oscuras, estoy segura de  que el chico fantasma ha visto cómo me sonrojaba- Eso tampoco se hace.
-     Vale, vale, tranquila. De todas formas, la gente siempre ha dicho que “en el amor y en la guerra todo vale”, ¿no?
-     No lo llames guerra, solo estaba un poco enfadada por el cansancio.
-     No me refería precisamente a la guerra –vuelve a poner esa sonrisa pícara- Reconócelo, que “el grupo anti-Hirsizlar” tenga el mismo número de chicos que de chicas tiene que tener fines románticos.
-     ¿Entonces vas a perseguir a Martina mientras babeas? –intento desviar la conversación.
-     ¿Martina? Es demasiado joven para mí. ¿Me estás llamando pedófilo?
-     ¿Qué significa pedófilo? –pregunto, inocentemente.
-     Un adulto al que le gustan los niños –hace un énfasis especial cuando dice “le gustan.
-     Ay, eso es horrible… -me horroriza pensar que eso es posible- Entonces seguro que eres un “viejofilo”, sigue gustándote Ángeles.
-     ¿Viejófilo? Eso no existe. Además, aunque no lo parezca, tenemos la misma edad. Pero tienes razón, demasiado vieja y malhumorada.
-     Por tu forma de ser, parecería tu abuela o tu bisabuela, niño chico.
Nos miramos fijamente el uno al otro, desafiantes y somos incapaces de contener la risa. Por un momento es como si nada hubiese cambiado desde mis primeros días en Casa Morfeo y me siento más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.


--------------Nota de Sofía-------------
¡He vuelto! ¿Cuánto hace, mil años? El caso es que no he estado nada inspirada y me ha costado horrores escribir este capítulo a pesar de que sabía más o menos la forma que debía tener. Creo que el próximo no tardará tanto en llegar, a lo mejor esta semana o el finde.
¡Espero que os haya gustado!

PD: Os dejo la "encuesta de la muerte" a la derecha. Me hará mucha ilusión que votéis ^^

jueves, 6 de septiembre de 2012

Capítulo 2. 14.


Encontraréis un asterisco en mitad de la historia. Para conocer su significado, solo tenéis que ir al final del capítulo.

Luz y yo conseguimos hacer una comida más o menos decente con los ingredientes que compramos en el supermercado. El único problema es que ha salido cantidad, como mucho, para cinco personas… y aquí somos ocho. Con una fuente de ensalada y un plato grande de alitas de pollo, no tendremos ni para empezar. Tragamos saliva antes de entrar al salón, donde todos esperan sentados alrededor de la mesa. ¿Qué dirán al ver tan poca comida? A noche la mayoría no cenaron y deben estar hambrientos.
            Abro la puerta para dejar pasar a Luz, que lleva los platos. Todos me miran con ojos brillantes, esperando que traiga grandiosos manjares. De hecho, Alejandro se pone tan contento que se cae de la pila de cajas en la que está sentado. Kalahari se apresura a ayudarle y le tiende la mano.
-     Mira que se lo advertí, muchacho. Siéntese mejor en el suelo, que ahí encaramado no tardará en caerse. Ahora, tendré que reírme –se carcajea alegremente y ayuda a Álex levantarse.
-     Ay… no te rías tan alegremente, que me he dejado el culo pegado en el suelo.
-     A mí nadie me quita mi felicidad, muchacho.
-     Se te quitará sola cuando veas a poca comida que nos ha salido.
Luz, que se había quedado en el umbral observando la escena, se acerca a Kalahari con los dos platos en las manos. Cojo uno para ayudarle mientras todos nos observan atónitos.
-     ¿Os habéis comido todo lo que falta ahí? ¡Pero si sois dos enanas! ¿Qué clase de estómago tenéis? –Jose está realmente cabreado.
-     No nos hemos comido nada, es que había muy pocos ingredientes. Media lechuga estaba seca y los tomates llevaban ahí por lo menos tres semanas. Ha habido que tirar mucho… -me disculpo y vuelvo a la cocina a por los cubiertos. Mientras, Stefania y Kalahari ponen el mantel.
A pesar de la falta de alimentos, resulta una comida muy agradable. Álex, Kalahari, Luz y yo acabamos comiendo en el suelo, pues en la casa no hay suficientes sillas y las cajas no nos parecen lo suficiente seguras después del accidente del dios del sueño.
Comemos con tantas ganas que en menos de cinco minutos todos hemos terminado nuestros platos. Supongo que no soy la única que se ha quedado con hambre, pues los demás están revisando los platos para ver si alguien se ha dejado algo.
-     ¿No queda nada en toda la casa? No sé vosotros, pero yo estoy que me como las piedras –se queja Alejandro tras acabar sus alitas.
-      Un respeto, chiquito, que soy el dios de las piedras –ríe Kalahari. De pronto, se oye un fuerte gruñido de tripas. Mira sorprendido su vientre y vuelve a reír.
-     En este momento me alegro de no tener que comer. Si no, habríais muerto todos de hambre por mi culpa –Isaac me mira preocupado. Nadie le contesta, no tenemos suficiente energía.
Se produce un silencio de varios segundos en el que solo los fantasmas murmuran  algo sobre la muerte por desnutrición. Interrumpe  nuestra paz el cubano, con su típico buen humor:
-     ¿Y ustedes no podrían infiltrarse en un supermercado y traernos algo? Si no lo hacen, me veré obligado a comerme a la niña –Luz se esconde detrás de Mariam-  Yo no quiero morir como ustedes dicen, señores fantasmas.
Vuelve el silencio, pero esta vez producido por la sorpresa. Estábamos convencidos de que los únicos capaces de interactuar con Isaac y Martina éramos Alejandro y yo. Kalahari nos mira de uno en uno, preguntándose qué nos ocurre, pero no se atreve a hablar. Quizás ha pensado que le hemos tomado por loco. Tengo muchas preguntas que hacer, pero no sé cómo empezar a formularlas sin resultar ofensiva. Al final, Stefania se me adelanta:
-     ¿Qué clase de raros ser vosotros tres? Oír fantasma sno normal. Me gustaría abrir vuestras cabezas para investigar.
Gracias a la idea disparatada de la rumana y a los apuros que ha pasado para expresarla, todos empezamos a reír. Así, pasamos toda la tarde discutiendo sobre el motivo de nuestro extraño don. Con grandes vasos de agua conseguimos engañar un poco a nuestros hambrientos estómagos.
Samuel llega a la conclusión de que este poder puede estar producido, en el caso de Álex y el mío, por los golpes que recibimos: él, en la pelea contra la mujer Hirsizlar en el jardín de Casa Cronos; yo, cuando caí al suelo el día que el dios del sueño me secuestró en mi propia casa.
Kalahari nos explica que también estuvo inconsciente una vez. Cuando vino a España buscando el amor, poco antes de que le llamásemos, era un gran aficionado a las bebidas con alto contenido en alcohol. Se emborrachó estando de fiesta en una discoteca y acabó por caerse de la mesa sobre la que estaba bailando "La Macarena". Cayó en un sofá, pero aun así se llevó un buen golpe. Después de este incidente, no ha vuelto a beber.
Zanjamos el tema cuando Stefania explica que lo más probable es que el impacto fuese más leve que los que recibimos Álex y yo y, por eso, el chico solo puede oír a los fantasmas y no verles.
Para llegar a esa conclusión, hemos invertido todo lo que quedaba de tarde (teniendo en cuenta que comimos a las cuatro y media). Jose pide a Mariam y Kalahari que lo acompañen a comprar helados con el dinero que ha sobrado de la comida. Antes de salir, nos dice que era lo que le quedaba de paga. Mañana tendremos que comprar nosotros la comida o “moriréis entre terribles sufrimientos. ¿Me habéis entendido, niñatos anticuados?”.
Miro a Álex, preguntándole si deberíamos seguirles. Niega con un gesto y hace círculos alrededor de su cabeza, refiriéndose al pelo afro de Kalahari. El dios del tiempo confía en él. En realidad, el cubano parece un  buen chico, no creo que permita que Jose le haga nada indecente a Mariam. Tampoco ella se dejaría hacer nada fácilmente.
No tardan más de un cuarto de hora en volver. Kalahari y la diosa del sueño entran los primeros, con una tarrina grande de helado cada uno. Unos minutos después, se oye el chasquido de la puerta al cerrarse y llega Jose con un recipiente en cada mano y un puñado de cucharas en un bolsillo. Al parecer no había suficientes en casa y tuvo que pedirle a su madre.
 Repartimos por parejas los helados: Mariam y Luz con uno de limón (con el que amenazan varias veces a la rumana)*, Samuel y Stefania con el de nata, Kalahari y Jose con uno de... de una cosa muy rara de color azul, y Alejandro y yo con la tarrina de fresa. Debo reconocer que el helado estaba tan bueno que como más que Álex, pero ninguno de los dos se queda con hambre. De hecho, me empacho tanto que juro que no volveré a comer helado de fresa.
No hemos hecho casi nada a lo largo del día, pero estamos todos tan cansados que a las diez empezamos con el reparto de habitaciones.
 A las chicas nos toca el salón, que es la más grande. Por mi brazo herido, todas coinciden en que me debo dormir en el sofá. Yo no quiero, sé que voy a pasar casi toda la noche en vela, pero no merece la pena discutir con Mariam. Los chicos dormirán en el cuarto de invitados, como son solo tres (Isaac no necesita dormir) tendrán bastante espacio. Y, por último, Jose descansará tranquilamente en su habitación.
Estoy preocupada, pues no sé cómo se va a desarrollar el plan de Álex si vamos a estar en habitaciones separadas. Así se lo digo susurrando antes de que el chico suba las escaleras.
-     No te preocupes, yo me encargaré de conseguir el libro. A las once ve a la cocina con cuidado de no despertar a las chicas –asiento y me voy rápidamente al escuchar unos pasos que se aproximan por las escaleras.
-     ¡Vamos, Álex! Acuéstate ya, que si entras más tarde nos vas a despertar a todos –le regaña Samuel.
-     Vale, vale, ya voy –se despide de mí, que observo la escena desde el cuarto de baño, y sube con los demás.
Cuando llegó al salón, Luz ya está profundamente dormida, incluso ronca un poco. Mariam y Stefania me indican con gestos que guarde silencio. Asiento y me despido de ellas con la mano antes de tumbarme en el sofá. Es un mueble antiguo y no demasiado cómodo, pero es mejor que nada. De todas formas, en menos de una hora estará vacío.

*Contado por Alejandro*

No puedo creer que Samuel sea tan confiado. Si es un traidor, debería guardar mejor sus secretos y no dejar la mochila con sus cosas tirada al lado del armario. En cuanto escucho que mis dos compañeros duermen profundamente, me deslizo con sigilo hasta salir de la cama. No me molesto ni siquiera en abrir el bolso, pues el ruido de la cremallera podría despertarles a pesar de quedar disimulado por el barullo de una fiesta cercana. Cargo el peso de la mochila en mi hombro derecho y salgo de la habitación.
Solo son las once menos cuarto, pero cuando llego a la cocina, Andrea ya está esperando sentada a la mesa. Había olvidado que no tiene reloj.
 Está escuchando algo atentamente y guardo silencio para no molestarla. Solo oigo la música de la fiesta y, por la cara de asco de mi amiga, deduzco que la letra de la canción no le gusta demasiado. Aguzo el oído y distingo unas palabras que no creo necesario repetir. Cierro la puerta y, al fin, Andrea empieza a hablar en voz muy baja:
-     Todo ha cambiado mucho en cincuenta años… Incluso la música. Mira lo que han hecho con ella. ¿Qué ha pasado con las baladas de nuestra época?
-     Parece que se han ido deformando hasta llegar a ser algo asquerosamente pervertido. Los tiempos han cambiado… y puede que hayan cambiado a peor.
Nos quedamos callados unos segundos en los que solo la luz de la Luna nos permite vernos las caras. La escasa iluminación y su mirada triste hacen que Andrea tenga un aire misterioso.
Al darse cuenta de que la estoy mirando fijamente, me dedica una sonrisa triste y susurra:
-     Ojalá, cuando volvamos a nuestra época, allí se quede todo tal y como está. Que nunca pase el tiempo –suspira y, algo más animada, se acerca a mí para coger el libro-. ¿Empezamos?
Asiento y la chica empieza a buscar el principio de la historia. Ya no hay vuelta atrás.
 Andrea, ilusionada con la investigación


-------------Nota de Sofía---------------
¡Wiiiii! Me lo estoy currando últimamente, me gustan bastante los capítulos. Aunque la verdad es que este tiene que estar plagado de errores, porque he sido incapaz de repasarlo dos veces, la pereza puede conmigo.
Este dibujo lo tenía reservado para algún capítulo especial, ya que estaba hecho pero no sabíamos dónde ponerlo. Lo ha hecho nuestra querida Andrea Xie (en tuenti, Andrea Nada Más).
Espero que os haya gustado. No tardaré en subir el próximo, tal vez un día o dos.
¡Hasta luego! Y mucha suerte a l@s que tengáis que hacer recuperaciones ^^


martes, 4 de septiembre de 2012

Capítulo 2. 13.


*Contado por Mariam*
No entiendo por qué me toca acompañar al tío este. Ni siquiera sé como funciona el dinero en esta época, así que no creo que vaya a servirle de mucha ayuda. La situación me resulta bastante incómoda, aunque soy fuerte no me gusta caminar con un desconocido por un lugar que no conozco. Casi agradezco que Alex y Andrea nos estén siguiendo. Intentan esconderse, pero llaman mucho la atención. Son incapaces de estar un minuto en silencio.
Estamos entrando a una tienda bastante grande a la que Jose llama “supermercado”, de paredes blancas y un gran letrero verde con el nombre de la empresa, cuando Andrea tropieza con un niño pequeño. La madre de este, una vieja bastante gorda con el típico vestido de flores rosas, empieza a regañar a voces a mi amiga, lo que hace que llamen aún más la atención. El chico del futuro no tarda en darse la vuelta y descubrir la presencia de nuestros perseguidores.
Se lleva las manos a la cara y, murmurando maldiciones, se acerca a ellos y le planta cara a la mujer:
-     Oye, viejales, ya estás dejando en paz a mi amiga, que aquí todos cometemos errores. Los primeros fueron tus padres, consintiendo que nacieras. Gorda, que estás muy gorda –dicho esto, coge a cada uno de los chicos por un brazo y entra muy digno a la tienda. Los sigo sin mirar atrás hasta que llego dentro.
A través de las puertas de cristal, vemos a la señora gritándonos todo tipo de improperios. La gente que pasa por la calle se aleja de ella pensando que está loca. ¿Es, acaso, normal que alguien le grite a una puerta? Nos alejamos caminando entre estantes llenos de comida y, cuando nos alejamos lo suficiente de la entrada, los dos chicos estallan en carcajadas.
-     ¡Que gesto se le ha quedado a la vieja, estaba que se la llevaban los demonios! Me tienes que enseñar a poner esa  cara de seriedad al insultar –Alejandro es incapaz de controlar la risa.
-     Cuando quieras, macho. Y buscamos a la vieja y la saludamos los dos juntos –siguen riendo, mientras Andrea les mira con cara de enfado.
-     Sois muy malos, no hacía falta decirle gorda. Solo se ha enfadado un poco…
Al hablar ella, Jose parece acordarse de que esos dos no nos acompañaban desde el principio y su expresión se vuelve seria. Alex, al ver que su compañero de risas está cabreado, se calla y se coloca al lado de Andrea en un gesto entre protector y asustado. Poco tarda el chico del futuro en empezar a discutir también con ellos:
-     Y, ahora… ¿me vais a explicar por qué nos estabais siguiendo? No sé si os dais cuenta de que llamáis mucho la atención, con esos modales y esas ropas del año de la polca. Y más ella, con todo el brazo vendado.
Los dos se miran sin saber qué decir hasta que Jose se gira y sigue andando. Es un tío la mar de raro. Con esas rabietas que le dan, podría ser divertido convivir con él. Espera… ¿en qué estoy pensando?

*Contado por Andrea*
Mientras caminábamos y observábamos a los chicos, comprendí más o menos lo que Alejandro había querido decirme. Esos dos son exactamente iguales, cambios rápidos de humor, nerviosos, activos y bastante bordes. Se podría decir que están hechos el uno para el otro si no estuviese el problema de que son nieto y abuela. Aunque en esta situación, el nieto es mayor que la abuela.
-     ¿No sería mejor que les contásemos lo que sabemos? Podría darnos problemas que llegasen a… a… a algo más –le pregunto cuando nos alejamos un poco para buscar las verduras de la ensalada.
-     Sería lo más cómodo, pero si Samuel no ha propuesto esa solución, es que no es válida. Él es el de las grandes ideas, es imposible que no se le haya ocurrido algo tan básico. Tiene que haber algo más que se nos escapa relacionado con el cuento ese. –dice el chico mirando fijamente una caja con tomates.
-     Álex… ¿por qué crees que no nos dejan leer el libro?
El dios del tiempo posa en mí su mirada, con cara de extrañeza. De pronto, se pone aún más serio si cabe y sus ajos se abren como platos. Parece preocupado por algo, pero tarda unos segundos en explicarme su teoría.
-     ¿Recuerdas lo que dijo Samuel del final del libro? Creo que no le había gustado mucho. A lo mejor está intentando cambiar la historia, Andrea. Solo él y Stefania han manipulado ese libro, y ella ni siquiera terminó de leerlo. Así que, si quiere cambiar la historia a su antojo, no le resultaría nada difícil. Con manipular una pequeña parte toda la historia podría cambiar radicalmente.
-     ¿Estás sugiriendo que Samuel nos ha traicionado? No puede ser,  sois sus amigos de toda la vida y él es un chico sensato y bueno…
-     Eh, tranquila, no tiene por qué ser precisamente eso. Por ahora, vamos a coger esos pimientos antes de que Mariam y Jose sospechen de nuestras conspiraciones y, esta noche, pasaremos a la acción. Pero no se lo digas a nadie o Samuel podría enterarse. Es mejor que todo esto quede entre nosotros mientras no estemos seguros.
Asiento.
No hace falta que Álex me explique su plan. Está claro que tiene intención de conseguir el libro y leerlo sin contar con los demás. Ahora que parece estar fraguándose una traición, tendremos que estar más unidos que nunca y esforzarnos por llevar a cabo todos los planes secretos de mi loco amigo.
       Aunque esos planes locos pasen por robar un libro del que un posible Hirsizlar no se separa en ningún momento.

-----------------Nota de Sofía-----------------
No sé si es corto o largo, pero me gusta bastante este capítulo. Tiene su puntillo gracioso, y la emoción no le falta. Pero, si no os habéis quedado content@s, mañana o pasado tendréis otro capítulo (aunque no sé qué día es hoy). 
Me he sentido muy mal por tardar tanto y me he puesto las pilas, intentaré volver a la carga ahora que han terminado las vacaciones.
¡No olvidéis dejarme un comentario halagador en el que digáis lo perfecta que soy! ^^