Nos quedamos
unos segundos en silencio, intentando asumir la noticia de que tendremos que
buscar a un fantasma. Solo Isaac y Martina murmuran algo, pero los demás nos
limitamos a mirar fijamente a Stefania.
Cuando parece que al fin Kalahari va
a interrumpir el silencio, se oye un golpe en la cocina y Mariam y Alejandro
entran al salón corriendo. Nos olvidamos del problema que se nos acaba de
presentar y miramos a los recién llegados, que parecen muy alarmados. Todos
hacemos preguntas, pero están tan cansados que son incapaces de contestarnos.
La diosa del tiempo nos pide que les dejemos respirar con un gesto.
Pocos segundos después Alejandro,
con mucha ilusión, empieza a contarnos lo que ha ocurrido mientras estaban en
nuestra época. Habla muy rápido y es bastante difícil comprender lo que dice:
-
¡¡Estaba
allí, lo hemos visto!! ¡Era uno de los que están arreglando la casa! Con cara
de asiático, alto, con el pelo muy oscuro y peinado así –coge su pelo y lo
estira hacia arriba-. Muy borde con todo el mundo, yo creo que es él…
Álex
para de hablar y nos mira esperando nuestra reacción, pero nadie contesta. Ha
hablado tan rápido y tan alocadamente que solo Mariam ha comprendido sus
palabras. Suspira y, con cara de malas pulgas, empieza a explicarnos lo que el
dios del tiempo ha dicho:
-
Cuando
hemos terminado de hacer la compra hemos ido a echar un vistazo a las obras de
la casa. El caso es que había un montón de tíos con mesas plegables haciendo
dibujos y uno de ellos era chino. Bueno, Alejandro dice que es japonés, pero yo
no lo distingo. El caso es que éste –señala a Álex- dice que el chi… japonés
sale en el libro y se ha emocionado mucho.
-
¿No
había un japonés? No muy alto, moreno, antipático y mayor que todos los demás.
La descripción física encaja, y de vez en cuando maldecía en su idioma cuando
se equivocaba. Además, si está trabajando en un proyecto tan importante como
para que le hayan dejado entrar al país, es porque tiene fama y experiencia… y
eso último se consigue con la edad, ¿no?
Recuerdo
al muchacho que están describiendo, pues aparecía en las páginas del libro a
las que ayer presté atención. Como es típico en esa historia, no aparecía su
nombre, pero se le llamaba “el reservado japonés”. Álex no lo ha mencionado
(supongo que para evitar que se note que conoce más detalles de la cuenta),
pero en el libro también se decía que su inteligencia era superior a la media y
que le costaba mucho abrirse a los demás.
No
me hace mucha gracia pensar en convivir con un tipo así, y menos tener que
acercarme a las ruinas de la casa por si alguien nos ve y se lo cuenta a
Ángeles, pero necesitamos avanzar y encontrar pronto al resto del grupo. Aunque
no acostumbro a intervenir en las decisiones que se van tomando, soy yo la que
propone ir a buscar al japonés:
-
¿A
qué estamos esperando entonces? Vamos a buscarle, a ver si avanzamos.
-
Últimamente
hemos “avanzado”, como tú dices, mucho. Hemos encontrado a Jose y Kalahari,
podemos tomarnos las cosas con calma… -me contesta Luz
-
¿Calma?
Nuestra gente está en peligro, Luz. Ya has visto lo que le han hecho a Martina
–se queja Álex, muy enfadado.
-
Tranquilizaos
–interrumpe Samuel la discusión-. Pensad un poco y analizad la situación. Tal y
como está la cosa en nuestra época, no podemos llevar a Kalahari si queremos
mantenerle con vida. Y no podemos ir todos si no queremos llamar la atención y
que alguna vecina cotilla llame a la
abuela.
Asentimos.
Puede que tengamos prisa, pero si vamos demasiado rápido todo lo que hemos hecho
hasta ahora podría haber sido en vano.
Luz,
Mariam y yo, que nos habíamos levantado dispuestas a partir, volvemos a tomar
asiento. Samuel continúa con su discurso, aunque más que hablar con nosotros,
lo hace para sí mismo. En voz baja, va enumerando las cualidades de cada uno
mientras le observamos. Cada vez que dice algún nombre, esa persona se revuelve
nerviosa en el asiento.
Pasado
un rato, empieza a hacer cuentas con los dedos. Ahora, en lugar de hablar,
mueve los labios. Cuando llega a cinco, alza la mirada y empieza a enumerar a
las personas que irán a nuestra época.
-
Álex
tendrá que ir por fuerza, porque él es el dios del tiempo; yo iré también para
controlaros un poco, que no me fío, y por si hay que dormir a alguien; Jose,
que tiene mucho descaro y su carácter es parecido al del japonés; por último…
creo que lo mejor será que vayan Andrea e Isaac.
Los
dos nos miramos sorprendidos. Ni Isaac ni yo tenemos ninguna cualidad especial
que nos haga imprescindibles, y esperábamos quedarnos en 2005.
Nadie
parece comprender la decisión del dios del sueño, pues lo más lógico sería que
hubiesen ido Mariam y Stefania por la fuerza de la primera y la inteligencia de
la segunda. Antes de que empecemos a quejarnos, Samuel vuelve a tomar la
palabra:
-
No
me he vuelto loco, creo que está bien que vayan ellos dos. Andrea es muy
tranquila e inocente y suele caer bien a la gente, así que podría ayudar a la
hora de acercarse a “la presa”.
-
Sí,
lo de Andrea puede colar, pero… ¿Qué narices pinta el fantasma en todo esto? –gruñe
Mariam. Isaac le dedica una mirada fulminante.
-
Pinta
más de lo que parece. Aquí no serviría de mucho, porque el único que puede
interactuar con él es Kalahari, y ni siquiera puede verle. Y si viaja, tendrá a
Alejandro y Andrea. Además, si pasa algo o hay una pelea, todos podremos
intervenir excepto ella, y me quedo más tranquilo si sé que tiene a alguien que
la cuide.
Por
algún motivo, todos parecen de acuerdo con la explicación del dios del sueño. A
mí me molesta que piensen que necesito que alguien me cuide, como si fuese una
niña chica, pero tengo que reconocer que me sentiré más tranquila con Isaac a
mi lado.
Así,
al ver que nadie tiene nada que objetar, Samuel da por aprobado su plan y
pregunta a Álex si se encuentra lo suficientemente bien para hacer otro viaje
temporal. Este asiente, y me alegro mucho al ver que ha cogido confianza a la
hora de utilizar sus poderes. Agarra el brazo del dios del sueño y Jose no
tarda en seguirle.
Yo
dudo un poco, pues el último viaje temporal que hicimos fue bastante
accidentado. Miro a Isaac, buscando la tranquilidad que normalmente me infunde
hablar con él. Me sonríe y, mentalmente, me susurra unas palabras de ánimo.
Después
de esto no tardo en agarrar el brazo de Alejandro, ya más tranquila. Como ha
dicho Isaac: “Si pasa algo, nos pasará a todos juntos. Y cuando algo que te
paso junto a tus amigos no puede ser realmente malo”.
De
pronto, una fuerte luz nos rodea y todo comienza a dar vueltas.
-----------Nota de Sofía---------------
Hoy voy con prisa, pero he hecho un capítulo más o menos decente. Si hubiese tenido más tiempo le habría metido más rollo, pero de pronto tengo muchos compromisos sociales --.--" ¡Con lo agustito que estaba yo en mi sofá!
Espero que os haya gustado y que comentéis :)