miércoles, 2 de enero de 2013

Capítulo 2.25.


-     ¡La madre que te parió, niño! Se te da regular lo de conducir entre épocas.
Me despierta la voz poco familiar de Tamara y descubro que, otra vez, he sido incapaz de resistir el viaje en el tiempo. Esta vez hemos aterrizado en un lugar que no conozco, pero que parece ser una ciudad importante por la cantidad de gente y de tiendas que hay. Me extraña que nadie se haya dado cuenta de que hemos aparecido de la nada, pero Álex comienza a hablar con la vidente antes de que pueda preguntar.
-     No te quejes, que no es tan fácil. Además, te he traído al lugar más cercano a Rumanía en el que he estado para que te cueste menos invocarla.
-     ¿Cercano? Chiquillo, no quiero decepcionarte, pero Madrid mucho más cerca de Rumanía que Andalucía.
-     ¿Y yo qué quieres que haga? Teniendo poderes para viajar entre épocas a mis padres no les pareció interesante que conociese la mía.
Se ponen a discutir sobre la importancia del conocimiento del lugar en el que se vive, así que me da tiempo a ver mejor el lugar en el que estoy.
La gente camina rápidamente, sin fijarse mucho en lo que les rodea, y hay más coches que en nuestro pueblecito, pero menos que en 2005. A nuestro lado hay una gran fuente con una escultura de una mujer en un carro tirado por leones que creo haber visto en las fotos del periódico cuando algún equipo de aquí ganó la Liga. Hay también edificios altísimos y miles de tiendas. Aunque no me gusten las grandes ciudades, he de reconocer que Madrid tiene su encanto.
-     Chicos, parad, por favor –interrumpe Samuel la discusión-. Estamos aquí para invocar a un espíritu, no para que vosotros os peleéis y Andrea se quede embobada.
-     Yo lo hago encantada, pero necesitaría que me llevaseis a un lugar más tranquilo. Aquí en medio llamaríamos mucho la atención.
-     Tengo un piso cerca de aquí, pero hace miles de años que nadie lo limpia. Estará hecho un asco –dice Kenshi desde su forma de perro. En este momento agradezco más que nunca que la gente no nos preste atención.
Echa a nadar entre el gentío sin molestarse en volver a su forma original. Parece sentirse cómodo siendo un animal, pero no me explico cómo entrará al edificio teniendo en cuenta que no se puede transformar delante de la multitud.
-     Está bien, eso será útil, pero quiero saber algunas cosas –le dice Stefania. Todos nos sorprendemos de que no se equivoque- ¿Cómo pagas tú un piso en centro de capital? Eso es muy caro –nuestra ilusión se desvanece con el error, dejando paso a la curiosidad.
-     Soy arquitecto, gano dinero a puñados. Siguiente pregunta.
-     ¿Has traído las…
No puedo evitar interrumpir a Stefania. A veces me pregunto si realmente Kenshi está de nuestra parte o viene con nosotros por diversión, y esta situación hace que me decante por la segunda opción.
-     Kenshi, tú eres millonario… ¿¡Se puede saber por qué narices no pagas el viaje a Italia!?
-     No me lo habéis pedido nunca, pero que conste que no me importa hacerlo. De todas formas, probablemente moriré en esta guerra y el dinero se desperdiciará. Pero si sobrevivo te advierto que tendréis que devolvérmelo. Me quedaré en 2005 y compraré un Ferrari.
El descaro del japonés nos deja a todos sin palabras, al igual que el edificio al que nos lleva. La fachada blanca de estilo clásico es altísima y el bloque debe tener al menos diez pisos. Nada más entrar encontramos a un hombre con traje y bigote bastante entrado en años que hace de recepcionista, lo que me hace recordar la casa de Tamara y reír ligeramente.
Una vez en la lujosa entrada, Kenshi vuelve a su forma humana con total naturalidad. Samuel, con cara de espanto, le da un codazo y señala al recepcionista, que nos pira por debajo de sus espesas cejas desde una silla detrás del mostrador.
-     Ah, eso. No pasa nada, Godofredo está ciego –dice tranquilamente el japonés.
-     ¿Es usted, señor Kenshi?
-     El mismo. He venido con unos amigos para limpiar el piso. Luego bajaré un rato a hablar contigo. Buenas tardes.
-     Buenas tardes, señor.
Con la boca abierta seguimos al “señor” por unas escaleras de mármol blanco. Es la primera vez le vemos tratar a alguien con cariño y respeto y no con esa actitud pasota típica de él.

Después de una eternidad subiendo escaleras, llegamos a la quinta planta y nuestro guía abre la puerta con una pequeña llave que saca del bolsillo de su pantalón. Ese gesto de estar siempre preparado hace que recuperemos la impresión que teníamos de él: un tipo retorcido y calculador.
Al entrar confirmamos que Kenshi lleva bastante tiempo sin ir a este piso, pues está lleno de telarañas y polvo. Unos plásticos recubren los muebles del salón, donde nos sentamos sin pedir permiso.
-     Este lugar tiene su encanto. Con tanta mierda parece realmente un buen sitio para invocar fantasmas ¿Tienes velas? –ríe Tamara
-     Tengo un mechero y servilletas, no sé si te vale.
-     Me vale, pero si quemamos algo no es mi culpa. Cierra la ventana y sentaos todos a mi alrededor. Voy a empezar con el hechizo.
Kenshi prende una de las servilletas de papel y los demás obedecemos las órdenes de la vidente, que empieza a murmurar en un idioma extraño.
La atmósfera se va cargando por momentos y el olor a papel quemado se hace más intenso. De pronto, se hace el silencio en la sala. Con miedo miramos a Tamara, que sonríe levemente y se cubre la cara.
Sin motivo aparente, la mesa de madera del centro de la sala echa a arder. Sobre ella, poco a poco se va formando la imagen de una chica joven de aspecto afligido. Nos mira a todos y comienza a llorar.

---------Nota de Sofía-------------
¡Ñaaaaa! Ya echaba de menos escribir con mi ordenador, pero últimamente me daba pereza encenderlo y lo hacía con la tableta. Hay que reconocer que como este teclado no hay otro. Con él es más fácil alargar las notas y haceros sufrir. También os obligaré a que comentéis  ^^
Mañana nos vemos en el último día del Botellón!

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