domingo, 2 de diciembre de 2012

Capítulo 2.21.


Camino por la calle junto a Kalahari y Luz.  A unos metros nos sigue el resto del grupo, charlando como si ir luciendo por ahí tus poderes mágicos fuese lo más normal del mundo.
Nadie esperaba que el plan se pusiese en marcha tan rápido y aún no nos ha dado tiempo a asimilarlo, pero intentamos aparentar seguridad. Sobre todo yo, que aún soy una novata, no puedo estar nerviosa mientras realizo mi parte de la función.
-     No sé ustedes, pero yo aún no me explico qué haremos con el resto de miembros del grupo que quedan en esta época. Al menos hay una chica más…
-     ¿Quién sabe? Seguro que Samuel tiene algún plan, es un tipo muy retorcido –contesta Luz a la pregunta del cubano.
Ahora mismo, eso es lo que menos me preocupa. Incluso la idea de que mi poder se descontrole y matar a dos personas en menos de cinco horas (en realidad, también se podría decir que han sido dos personas en cincuenta años, pero depende de cómo se mire), está en un segundo plano. Lo que realmente me preocupa es que Isaac no se ha acercado a mí desde que volvió a casa. He intentado disculparme, pero cada vez que lo hago, Kenshi intenta ligar conmigo y hace que me aparte.
Llegamos a la plaza del ayuntamiento, donde empezará nuestra función y abandono estos pensamientos para concentrarme en el plan.
 Tal y como dijo Samuel, el resto del grupo se para y nosotros seguimos avanzando. Nos colocamos en el centro de la plaza y mis acompañantes empiezan a hacer trucos básicos: Kalahari petrifica algunas hojas que hay en el suelo y Luz hace que el viento forme dibujos con ellas. Mientras, yo grito a la gente que venga a ver el espectáculo. Como predijo Samuel, nadie se acerca a nosotros. Ahora comienza la segunda parte del plan.
Los que se habían quedado parados junto a la calzada, se acercan a nosotros con gesto de curiosidad y nos rodean, haciendo como si fuese un espectáculo muy interesante y extraño. Cada cierto rato, aplauden.
Como no podía ser de otra forma, la masa atrae a más masa. En menos de dos minutos, se nos acercan unas abuelitas que acababan de salir de la iglesia y, para que se nos vea mejor, nos subimos a un banco. Yo sigo gritando, sin empezar aún con mi número.
Sigue llegando gente, atraída por los gritos y los aplausos y, cuando han pasado cinco minutos, puedo contar al menos a dieciocho personas ajenas al grupo. Entonces, decido poner toda la carne en el asador y yo también subo al banco.
Kalahari y Luz paran de moverse y piden silencio. Carraspeo un poco y, nerviosa, repito las palabras que Samuel me hizo memorizar:
-     Señoras y señores, antes de marcharnos queremos mostrarles  nuestro número más espectacular. Si les gusta, agradeceríamos un pequeño donativo –echo una pequeña canastita al suelo, que no tarda en tener algunas monedas cuyo valor desconozco. Después, saco las semillas que me dio Jose del bolsillo de mi delantal.
La gente nos mira con atención. Sé que no puedo fallar y me pongo algo nerviosa, pero consigo hacer lo que estaba planeado.
Lanzo las semillas al aire y Luz hace que dancen en frente de nuestro público. La gente se aparta asustada. De pronto, las semillas están a punto de caer sobre Mariam y ejecuto la segunda parte de mi actuación: las convierto en flores de jazmín. El público aplaude entusiasmado cuando las flores, atraídas por los poderes de Luz hasta los pies de Kalahari, se convierten en piedra y caen pesadamente al suelo. Los tres hacemos una reverencia cogidos de las manos mientras la canasta se va llenando.
Despedimos a la gente y agradecemos su donativo. El plan ha salido a pedir de boca y estamos muy orgullosos. Incluso un par de chicas adolescentes se acercan a pedirnos el truco, pero cuando Kenshi empieza piropearlas huyen despavoridas.
Cuando el resto del grupo ya se ha alejado, Kalahari recoge la cesta y empieza a contar lo que hemos sacado. Hay un billete azul grisáceo, varias monedas plateadas grandes y otras un poco más pequeñas doradas. Las cobrizas se cuentan a miles.
Un poco antes de llegar a la casa, el cubano grita muy ilusionado y nos explica que hemos conseguido quince euros. No se da cuenta de que no conocemos el valor de quince euros y sigue corriendo hasta llegar a nuestro objetivo.
Cuando llegamos nosotras, unos minutos después, nos encontramos al resto del grupo abrazado y gritando. Solo Isaac y Martina se han quedado al margen, así que les preguntamos a ellos qué está ocurriendo. Por desgracia para mí, nos contesta la pequeña:
-     ¿Recordáis que Jose se quedó aquí investigando precios de minibuses? –asentimos- No solo ha encontrado eso, también a encontrado a la diosa que quedaba en esta época. Juntamos eso con los quince euros en una hora y mirad lo que se monta
Los demás paran de saltar, pero siguen conversando a voz en grito y haciendo planes, así que nosotras continuamos interrogando a Martina:
-     ¿Y a qué sitio lejano tendremos que ir a buscarla? No me gusta mucho viajar…
-     A ninguno, nos pilla de paso. Parece ser que la madre conocía a la familia de la tía esta rara –me hace gracia ver que las expresiones bordes de Mariam se han pegado a las dos más jóvenes del grupo- y, cuando su hijo le ha contado lo de la investigación, le ha hablado de una turca que vive en Italia. Es parecida a la del libro, tipo Kenshi, cerrada y retorcida.
-     ¿Otra más? Nos van a amargar la existencia, con lo bien que estábamos al principio –interviene Álex, que se ha acercado a nosotras sin que nos demos cuenta-. Cambiando de tema… ¿Te vienes a dar un paseo, Andrea? Esta gente está muy revolucionada, me agobian.
Acepto. En un primer momento, me extraña que Alejandro se agobie por un ambiente festivo, pero después me doy cuenta de que es solo una excusa para dejar la habitación y quedarse a solas conmigo.
Avisa a voces de que vamos a dar una vuelta y, sin esperar a que nos contesten, me arrastra fuera de la casa y me obliga a sentarme en los escalones del porche. Él se sienta enfrente de mí, en el suelo, y me mira fijamente a los ojos.
-     Estás preocupada por Isaac –afirma.
Si hubiese preguntado cualquier otra persona, probablemente habría hecho como si eso no fuese cierto, pero me es imposible mentirle al dios del tiempo.
-     Mucho. No me habla desde el incidente con Ángeles  y no tengo claro por qué. Ya sé que fueron amigos cuando él estaba vivo y que...
Álex me interrumpe:
-     No fueron amigos, estaban prometidos. Pensaba que lo sabías y que por eso estabas tan triste.
No consigo responder, me encuentro en estado de shock. Isaac nunca me había contado nada de su relación con Ángeles, siempre había evitado el tema. Y ahora, de repente, Alejandro me sale con esto.
-     ¿Estás bien? Te has quedado blanca.
Y, por segunda vez en menos de un minuto, soy incapaz de mentirle:
-     No, me va a dar algo. Lo digo en serio.
Si esperaba unas palabras tranquilizadoras o un abrazo por su parte, me equivocaba profundamente. Lo único que hace es cogerme de la mano y, sin avisar, realizar unos de sus viajes en el tiempo. Esta vez, ya sea por el susto o por la tranquilidad del viaje, permanezco despierta y noto como su mano no suelta en ningún momento la mía. 

------------Nota de Sofía--------------
Aquí me tenéis de nuevo, con otro capítulo sin corregir y algo más corto que el anterior. Comprendedme, estoy en época de exámenes y me mente no da para mucho más. 
Para compensaros, quería anunciar la sorpresa de la que os hablé la semana pasada. En la imagen tenéis toda la información ;)
Para más información, ya sabéis dónde contactar conmigo. Si no, solo tenéis que mirarlo arriba, en el apartado "La autora"

sábado, 24 de noviembre de 2012

Capítulo 2.20.


Jose no parece comprender lo que está pasando y se queda quieto, pero todos los demás están a punto de echar a correr hacia el grupo de gente. No parecen darse cuenta de que es una locura que aparezcamos todos de golpe. Solo Stefania repara en que hay varios dioses entre la multitud y consigue frenar al resto del grupo, que ignoraba mis consejos.
-     Fijaos, muchos de ellos dioses, puede que algunos Hirsizlar.
Samuel, que es el único que parece estar tranquilo, pide a los demás que se aparten un poco de la multitud. Nos escondemos detrás de otra tienda y, como siempre, hacemos un corro alrededor del que parece haberse convertido en nuestro líder. Incluso Alejandro ha olvidado todas las sospechas que tenía respecto al dios del sueño.
-     Está claro que ha pasado algo gordo, hay muchísima gente y no ha pasado más de media hora desde que se llevaron a Andrea. ¿Tienes idea de lo que puede ser, Kenshi?
-     ¿A mí que me cuentas? A lo mejor se ha muerto la vieja, pero no creo que esa reviente tan fácilmente.
-     Lo mejor sería que fueran ellos a echar un vistazo –Álex nos señala a Martina y a mí-. Son los únicos que no llamarán la atención.
No espero la aprobación del resto de los chicos. En cuanto el dios del sueño termina de hablar, cojo a Martina por su inmaterial brazo y salgo corriendo en dirección a la pastelería Cerezo. No me gusta admitirlo, pero las palabras del japonés han hecho que me preocupe por Ángeles.

----Narra Andrea-----
Estoy confusa. Es como si todo lo que ocurriese a mi alrededor fuese una película en blanco y negro cuyo argumento no entiendo. Los vecinos pasan a mi lado murmurando oraciones y un grupo de dioses a los que creo haber visto en la fiesta llevan un ataúd.
Mis pensamientos me tienen tan absorta que no noto el extraño contacto de una mano inmaterial en mi hombro hasta que Isaac se pone delante de mí a dar saltos y a gritar:
-     ¡Andrea! ¡Andrea! ¿Estás bien? ¿Qué está pasando? Contesta, por favor-parece realmente preocupado.
De pronto, es como si la película tomase color y vuelvo a la realidad.
-     Isaac, Martina…  -termino de hablar con un sollozo. Estoy a punto de ponerme a llorar cuando el chico me coge de la mano y me pide que le acompañe.
Le sigo, reprimiendo mis lágrimas. Caminamos por las calles del pueblo, pero es como si no las viese. La película en blanco y negro ha vuelto y ya no puedo evitar ponerme a llorar. Caigo al suelo de rodillas, pero no noto el dolor. Me parece ver que un rayo de luz vuela por la calle y otro más grande se queda a mi lado y me abraza como si me envolviese. Me aporta tranquilidad, muchísima tranquilidad. Lloro con más fuerza aún y acabo por perder la noción del tiempo.
***
Despierto rodeada de gente y, al pensar que estoy de nuevo en la pastelería, intento huir con la poca energía que me queda. Alguien me agarra y estoy a punto de atacarle cuando veo a Luz ofreciéndome un recipiente con agua. Me tranquilizo y veo que las que me retienen son las inconfundibles manos oscuras de Kalahari. Al mirar bien, descubro que estoy en el salón de la casa de Jose.
-     ¿Qué te pasó, muchacha? Estabas muy mal cuando te encontramos –pregunta el cubano- Te desmayaste encima de Isaac, menos mal que Mariam te cogió a tiempo.
-     ¡Isaac! ¿Dónde está? ¿Sabe lo que ha pasado?
-     Se fue a dar una vuelta –me contesta la diosa del viento, que está muy contenta de que me haya despertado-. Kenshi consiguió enterarse de todo lo que había pasado y parece que le chocó mucho.
Saber que Isaac se ha enterado de todo lo que ocurrió mientras estuve sola en el futuro  hace que esté a punto de desmayarme de nuevo. Stefania, que acaba de aparecer con un abanico, me da aire y consigue que no vuelva a caer. Con voz entrecortada, pregunto:
-     ¿Me odia?
-     Será imposible que te odie, te lo digo yo –Martina entra atravesando la pared- Está afectado, eso es todo. El que creo que si te odia es Samuel, estaba muy enfadado.
-     Lógico, se ha cargado a su abuela –responde un tipo desconocido que está sentado, por algún motivo que no consigo adivinar, debajo de la mesa- Por mal que se lleve con ella, siguen siendo familia.
-     ¿Eso es lo que pasó?No me enteré, tendría que haber estado más atento –se queja Kalahari.
El desconocido empieza a narrar la historia y yo vuelvo a llorar. Esta vez nadie me consuela, pero sé que lo merezco.

-----Pasado. Mientras los demás buscaban a Andrea----
Dos hombres fornidos cruzan las calles de un pequeño y pacífico pueblo. Uno de ellos lleva a cuestas a una adolescente amordazada. Aunque hay mucha gente en las calles, nadie parece reparar en lo extraño de la situación.
Llegan a una casa antigua que anteriormente había sido una pastelería y que ahora estaba ocupada por unos amigos suyos. Tras llamar varias veces a la puerta trasera, abre un hombre de unos cuarenta años que desprende un desagradable olor a vino. Entran y, una vez allí, acceden al comedor.
 Una anciana les espera sentada en una butaca de cuero, de aspecto notablemente más lujoso que el del resto de muebles. La saludan con confianza y ella les da las gracias y les pide que se retiren dejando allí a la muchacha. Cuando se cierra la puerta, la mujer se dirige con aire altivo a la prisionera, que tiene la cabeza gacha.
-     Yo creía que eras sensata, Andrea. Ya sospechaba que mis nietos y ese loco dios del tiempo estaban planeando alguna estupidez, pero pensé que tú no les seguirías la corriente.
Andrea contesta con un simple gruñido.
-     ¿Sabes la de vidas que han arrebatado ya los Hirsizlar? No se puede hacer nada contra ellos y, si tanta gente piensa algo, será porque no les falta razón. Solo hacen daño a quien se lo merece. Mira los dioses del tiempo. No hacían nada por el mundo, solo se dedicaban a leer esos estúpidos libros sobre épocas que no iban a vivir. Y aquel muchacho que siempre estaba por aquí cuando yo era niña. Era muy atractivo, eso no puedo negarlo, pero tenía la cabeza llena de pájaros. Lo dejó todo por irse a buscar a su hermano, el muy estúpido. Merecía morir, como el resto de los dioses del fue…
Y esas fueron las últimas palabras de la vieja antes de que, de la nada, surgiese un árbol que destrozó el suelo y la ensartó en una de sus ramas.
-----------------------------------------------------------------


-     Oh, vamos, deja de llorar. Piensa en lo que nos has quitado de encima, ahora solo nos tenemos que preocupar por los Hirsizlar. De todas formas no le quedaba mucho, Fernando tenía ya preparado el ataúd y todo
Álex se sienta a mi lado en el sofá y me pasa su brazo derecho por los hombros. Continúa hablando en voz más baja:
-     Además, Samuel no se ha enfadado por lo de la vieja, sino porque no quería que la historia siguiese su curso –me da una palmadita en la cabeza y vuelve a hablar en voz alta- Verás como todo nos va a ir muy bien a partir de ahora. No le des más vueltas, hiciste lo que debías.
-     Gracias –murmuro débilmente. Le sonrío agradecida y decido cambiar de tema- ¿Quién es él? Creo que no le conozco –señalo al chico que está bajo la mesa.
-     Soy Kenshi, estos me han obligado a unirme a ellos. Yo no quiero, pero no tengo nada mejor que hacer.
-     Encantada de…
Como suele ocurrir, alguien me interrumpe en mitad de la frase. Samuel entra dando un portazo y pide a voces que todos vayan al salón. El resto del grupo va apareciendo poco a poco, incluido Isaac que, por algún motivo que me hace pensar que el mundo ha empezado a girar al revés, se sienta bajo la mesa con Kenshi.
-     Ya me he hartado de todo esto. –proclama Samuel- Nos las apañaremos para en un mes tener el dinero suficiente para alquilar un minibús para un día entero. Nos vamos de aquí. Ya no quedan más miembros del grupo descrito en el libro en España. No admito réplicas.
-     Al menos dinos a dónde piensas arrastrarnos –dice Mariam, muy tranquila, levantando la mano.
-     A Italia.
-     ¿Qué hay en Italia?
-     Italianos –contesta Kenshi, al que nadie escucha.
-     El sitio donde murió Isaac. Desde allí podemos volver a la época de su fallecimiento si vamos con él.
-     ¿Qué pretendes hacer en esa época? No habíais nacido ninguno –señala Isaac. Kalahari transmite sus palabras al resto.
-     Ya he descubierto cómo parar a los Hirsizlar. Solo hay que ir a la época de su formación, cuando aún no se habían organizado bien. Eso es lo más próximo que podemos viajar.
-     ¿No podemos volver al año exacto en que se formaron? Álex nos llevará–pregunta Luz, imitando el gesto de Mariam de alzar la mano.
-     No puede viajar a la época de antes de su nacimiento. ¿Alguna pregunta más?
-     ¿Cómo piensas ganar tanto dinero? – pregunta Jose, siempre práctico.
-     ¿Cuánto pagarán los habitantes de este pueblo por ver perfectos espectáculos de magia sin explicación?
Todos sonreímos a la vez, incluso yo. La acción me ayudará a olvidarme de todo.

--------------Nota de Sofía----------------
Podéis matarme por alta traición, sé que prometí que habría capítulo el lunes o el martes, pero ¿Os acordásteis vosotros de los tres exámenes? Yo tampoco. Me tocó dedicar la semana a estudiar. Espero que lo comprendáis.
Disfrutad del capítulo. Pronto os anunciaré una sorpresilla ;)

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 2.19.


-----Narra Isaac------
-¿Conoce alguien mejor que yo la  impotencia de saber que has perdido a alguien por un despiste? Mi vida, mi hermano, Andrea… todos fueron cayendo por mi culpa. ¿Por qué tuve que ponerme a jugar con el agua? Ni siquiera puedo tocarla –digo, consciente de que nadie puede escucharme.
Mientras Alejandro está en el 2005 pidiendo refuerzos, nosotros buscamos por los alrededores del río alguna pista del paradero de la diosa de la Tierra. El problema es que, a parte de patos, piedras y plantas aquí no hay nada. Nadie a quién pedir ayuda, ningún rastro de la persona que se ha llevado a Andrea.
Llevamos ya un buen rato buscando cuando el resto de miembros del grupo empieza a gritar nuestros nombres. Vuelvo junto al río frustrado, sin preocuparme de esquivar los árboles. Sé que no llegaré a tocarlos.
Al llegar, veo que están todos y pienso en el peligro que puede suponer que Kalahari esté aquí, pero no me da tiempo a reflexionar demasiado sobre el tema. El cubano suelta un grito de dolor y se lleva las manos a la cabeza, donde acaba de impactar una piedra de un tamaño considerable.
Miramos en todas las direcciones buscando al agresor y, pronto, Mariam recibe otro impacto y nos avisa de que éste está subido en un chopo (algo humanamente imposible). Desde allí, un chico con rasgos asiáticos nos saluda descaradamente con la mano.
-     ¡Me cago en tu suerte! ¿Qué haces ahí montado tirando piedras? –grita la chica.
Kalahari, que parece aún más enfadado que la diosa del sueño, hace un gesto raro con las manos y la rama del chopo se parte de pronto. El asiático cae al suelo junto a unas piedras enormes, haciendo bastante ruido.
-     ¡Eso te pasa por tocar las narices al dios de las piedras! –gruñe el cubano
-     Podría haberme matado, grandísimo ca…
El misterioso muchacho, cuya aparición repentina nos ha distraído de la búsqueda de Andrea y al cual odio más que a nada en el mundo en este momento, se tira encima de Kalahari dispuesto a pegarle, pero Samuel y Jose le detienen a tiempo y le retienen contra el árbol del que ha caído. Álex se acerca a él con gesto amenazante y, cogiéndole por el cuello, le dice:
-     Acaban de llevarse a mi amiga y no estoy para juegos estúpidos, así que si no vas a darnos ninguna información puedes ir largándote.
-     ¿Por qué tendría que hacerlo? –contesta, desafiante.
-     ¡Porque si no lo haces te voy a partir el cuello! ¿Te parece un buen motivo? –el tono serio del dios del tiempo nos pilla por sorpresa a todos y hace que retrocedamos unos pasos- Como le hagan algo los Hirsizlar, te juro que volveré y te haré yo lo mismo, maldi…
-     ¿Has dicho Hirsizlar? –el asiático mira a Alejandro más interesado que asustado.
 Me acerco para intimidarle yo también, sin estar seguro de si me ve o no, pero Martina me retine y me pide que confíe en su hermano. No tenemos tiempo para confiar, pero decido esperar a ver qué pasa. A lo mejor el asiático se presta a colaborar.
-     Eso he dicho.
-     ¿Tenéis relación con ellos? Entonces sí que sé dónde está tu amiga.
Todos nos acercamos ansiosos y empezamos a hacer preguntas. Alejandro suelta el cuello del chico,  que mira a todos con cara de asco hasta que sus ojos se posan en mí. Puede verme.
-     ¿Qué es lo que has preguntado, espíritu?
-     Que si tú eres uno de ellos.
-     No lo soy, pero la gente para la que estoy trabajando habla mucho de ellos. Por lo visto unos familiares suyos huyeron buscando venganza y no han sido capaces de encontrarles.
De pronto, todas las piezas comienzan a encajar. Un arquitecto asiático joven estaba trabajando en la construcción de la nueva Casa Morfeo y sus jefes eran, por lo tanto, Ángeles y Fernando.
-     Se la ha llevado la abuela. No habíamos contado con que pudiesen estar aquí.
-     Entonces he acertado y vosotros sois los fugitivos. Interesante… ¿cuánto pagaréis por mi silencio?
-     No vamos a pagar nada –interviene Martina en la conversación. Está muy decidida y parece que sabe lo que hace.-. Iremos a por nuestra amiga y después te arrastraremos con nosotros quieras o no quieras, dios de los animales.
-     Me llamo Kenshi, niña.
-     Me da igual, idiota.
Así, después de que Alejandro transmitiese las firmes palabras de su hermana al resto del grupo y de amenazar al japonés con las más terribles torturas, nos dirigimos entre los árboles al lugar donde antes estaba Casa Morfeo.
Está lleno de gente y de máquinas, al parecer ya han empezado las obras de reconstrucción. Una vez allí, Kenshi se detiene y se sienta en la hierba a observar cómo trabajan los obreros.
-     ¿Te vas a quedar sentado? –le pregunta Samuel, que parece extrañado de su actitud.
-     Si, no tengo otra cosa que hacer.
-     Dinos dónde se están alojando tus jefes.
-     En una pastelería vieja que hay en la otra punta del pueblo. Estaba vacía y se metieron allí por la cara, pero la vieja a hipnotizado a los vecinos para que no se quejen.
-     No te importa lo más mínimo traicionar a tus jefes, ¿verdad? –Jose, cuyo carácter ha hecho que tenga varios encontronazos con el nuevo a lo largo del trayecto, le mira asqueado.
Kenshi, que hasta ahora había estado contestando a las preguntas sin mirarnos a la cara, inclina la cabeza hacia atrás de forma que el largo flequillo ladeado que lleva cae hacia un lado. Sin modificar la expresión seria de su rostro, responde:
-     A mí me han pagado por hacer los planos de la casa. Mi empresa es muy famosa por el mundo entero, pero no es por guardar secretos. Si no me pagan por ello, no tengo por qué hacerlo.
Se queda tan tranquilo después de decir esto y continúa mirando la obra como haría un anciano jubilado. Parece muy concentrado en los palazos que da uno de los obreros, tanto que no deja de mirarlo ni cuando  Stefania y Jose empiezan a arrastrarle.
Mientras vamos a la pastelería, los gemelos van hipnotizando a todo el mundo de tal forma que no se inmutan al ver a Kalahari. Me pregunto por qué los dioses del sueño no habrán intervenido antes para crear una sociedad sin racismo y me doy cuenta de que cada vez nuestros poderes tienen menos sentido. Lo comento con Martina, que parece muy indignada también, lo que me hace tener esperanzas en un futuro tolerante.

Tardamos bastante en llegar a nuestro destino, pues la actividad Samuel y Mariam requiere de algún tiempo, pero mi nerviosismo no se calma al llegar allí y ver a Andrea en la puerta sana y salva.
Rodeando la casa a una multitud que habla en voz baja y llora, algunas personas también rezan. Cuando nos acercamos un poco para ver lo que está ocurriendo encontramos a un grupo de hombres vestidos de negro que sacan un ataúd por la puerta principal.

-------------Nota de Sofía------------
¡No os quejaréis! Esta vez he tardado poco en volver, tal y como os prometí. He aprovechado el día de huelga para escribir capítulos de las dos historias, me siento un poco rebelde... pero esto es más una afición que un trabajo, así que no me peguéis xD
Desde aquí me gustaría apoyar a todas esas familias que tiene pocos ingresos y están pasando por situaciones difíciles.  ¡Estamos con vosotros!

lunes, 12 de noviembre de 2012

Capítulo 2.18.


Alguien me está golpeando suavemente en la mejilla, pero cada vez que intento abrir los ojos para ver quién es me duele la cabeza. Me gustaría abandonarlo todo y echar una cabezada, pero tengo la sensación de que estoy olvidando que tengo que hacer algo importante. Además, noto debajo de mi cuerpo algo húmedo y frío bastante desagradable.
 Con gran esfuerzo abro un poco los ojos y veo a Alejandro a mi lado cubierto de algo marrón. Alguien me agarra por detrás y me arrastra hasta que quedo apoyada en algo duro. Poco a poco voy enfocando la imagen y reparo en que el dios del sueño está cubierto de barro. Nos rodea un olivar.
-     Joder, nunca habría dicho que con lo delgaducha que estás pesarías tanto –oigo a Jose quejarse a mi espalda.
-     Será que el vestido está muy mojado. Estáis todos hechos un asco, me hacéis alegrarme de no tener cuerpo –Isaac da un par de saltos sobre el gran charco en el que hemos aterrizado y señala su inmaculado traje.
-     ¿Y qué vamos a hacer ahora? Si vamos por ahí tan sucios llamaremos mucho la atención –Samuel intenta limpiarse con un puñado de hojas, pero solo consigue extender aún más la suciedad.
-     Podríamos ir a lavarnos al río, pero no tendríamos nada para ponernos después.
Los chicos discuten las posibles soluciones y nos dejan a Isaac y a mí al margen de la conversación. Salen miles de ideas raras, como matar a una vieja y ponernos sus vestidos, pero la gran mayoría no tienen ningún sentido. Acaban gritándose unos a otros y, si el fantasma no hubiese intervenido, es posible que hubiesen acabado pegándose:
-     ¡Eh, niños, un poco de calma! –se me hace raro que les hable a todos, teniendo en cuenta que Jose y Samuel no le escuchen, pero aún más que les llame niños. Es difícil hacerse a la idea de que es mucho mayor que nosotros- ¿Dónde estamos? –pregunta poniéndose delante de Álex.
-     ¿A qué viene eso ahora?
-     Si estamos cerca de la pastelería podríais ir allí a buscar ropa. Andrea todavía tiene la llave.
Todos me miran sorprendidos de que la haya conservado. Es cierto que guardo una copia que llevo a todas partes conmigo en el bolsillo del vestido, pero me había olvidado por completo de ella. Quiero preguntar a Isaac cómo lo ha sabido, pero antes de que me dé tiempo los chicos han echado a andar a través de los árboles en una dirección que parece escogida al azar. El campo está embarrado, posiblemente por una tormenta veraniega, y me concentro en no caerme olvidando por completo el asunto de la llave.
Tras un rato caminando, me doy cuenta de que la dirección no había sido escogida a lo loco, pues entramos en terreno conocido. Pronto los olivos dan paso a los chopos y estos se abren dejando ver el río donde, hace una eternidad, nos reunimos los primeros miembros del grupo a la luz de la Luna.
-     Hogar, dulce hogar –murmura Samuel, bajando con Álex la cuesta que lleva a la corriente de agua para lavarse las manos.
-     A saber la de bichos que puede haber en esa agua. Va a coger una infección –Jose, que no ha seguido a los otros dos chicos, mira asqueado el río.
-     Aquí está todo mucho más limpio, deberías bajar a lavarte un poco. No dejaré que te pongas la ropa de mi hermano si vas lleno de barro.
El chico del futuro pone los ojos en blanco, pero no tarda en ir a reunirse con los otros dos. Con más cuidado, Isaac y yo bajamos también la cuesta.
Agradezco el contacto del agua fría en mi sucia piel, no recuerdo la última vez que me había dado un buen baño. Desde luego, no hay nada mejor que volver a casa después de pasar algún tiempo fuera. Aunque no ha sido larga, a mí se me ha hecho eterna la estancia en 2005. Los pastores que pasan con sus ovejas, los caminos de tierra que bordean el río, el pato al que Jose está persiguiendo… todo me parece nuevo y maravilloso.
Los chicos, incluido Isaac,  se han olvidado de todo y han comenzado a echarse agua los unos a los otros, así que decido  aprovechar para lavarme el pelo. Mi madre me enseñó cuando era pequeña que, si no tenías jabón a mano, restregar tomillo por el pelo era una buena solución: da buen olor y brillo.
Estoy tan concentrada frotando mi larga cabellera que no reparo en la presencia de alguien a mis espaldas hasta que es demasiado tarde.

-----------2005, Narra Kalahari-------------
Hemos intentado seguir con las reparaciones de ropa e investigar algo más sobre la amiga muerta de Stefania, pero no hemos tardado en darnos cuenta de que Mariam es un desastre en lo que a paciencia se refiere. Se pone nerviosa al coser y cada puntada le sale de un tamaño, y tampoco aguanta más de diez minutos leyendo información sobre una persona sin decir que le parecen demasiadas fechas y detalles a la vez.
Para quitárnosla de encima y que los demás pudiesen seguir trabajando, hemos salido los dos juntos a dar una vuelta por el pueblo en busca de alguna forma rápida de conseguir dinero para comprar ropa decente, pero lo único que se nos ha ocurrido es ayudar a las ancianas a cargar con las bolsas de la compra.
Hasta ahora, y tras cargar con más de veinte bolsas de siete ancianas distintas, hemos conseguido la gran cantidad de 2’50€. Con eso apenas da para comprar una camiseta del mercadillo, y son un montón de chicos los que han venido del pasado.
También he intentado explicarle el funcionamiento de la nueva moneda, pero solo he conseguido que se queje de lo complicadas que son las matemáticas y que maldiga a los antepasados de sus inventores.
En resumen: la mañana ha sido una mierda desde que se fueron Andrea y Samuel. Ellos son los más tranquilos y saben organizar a los demás, pero ahora nos hemos quedado a las órdenes de alguien que ni siquiera domina nuestro idioma. Stefania intenta poner algo de orden, pero nadie le hace caso.
-     Vámonos a casa, Kalahari –Mariam me para tirando de mi camiseta verde- Estamos haciendo el tonto y pasando calor, allí al menos podemos sent…
-     ¡¡Mariam!! ¡¡Kalahari!! –busco por todos lados hasta encontrar la fuente de esos gritos tan desesperados. Luz viene corriendo hacia nosotros, colorada del esfuerzo.
-     ¿Qué pasa? –pregunto, preocupado
-     No está… se ha… perdido… -la chiquilla coge aire y, recuperada de la carrera, consigue hablar-. Álex acaba de volver de nuestra época. Estaban jugando en el río y Andrea se ha perdido. Tenemos que ir todos a buscarla, se la han llevado, la van a ma…
-     ¡¡Cállate!! –le grita Mariam. Coge a la niña y la carga a su espalda- ¡¡Vamos a casa y de allí a matar a todos los Hirsizlar que se nos pongan por delante!!
No ha terminado de hablar cuando ya está corriendo con Luz a cuestas. Corro yo también. No hay tiempo que perder.

------------Nota de Sofía-------------
¡Perdonadme! He estado muy ocupada estás semanas atrás. Aunque no soy muy de estudiar (pero saco buenas notas, por algún motivo raro) últimamente he tenido exámenes bastante difíciles. La semana pasada estuve más relajada pero murió inesperadamente un familiar mío y no tenía ánimos para escribir.
Aprovecharé el miércoles (huelga general) para escribir otro capítulo por la mañana e intentaré ponerme al día con ESDE.
Espero que comprendáis mi situación y que os haya gustado el capítulo.

domingo, 21 de octubre de 2012

Capítulo 2.17.


Nos quedamos unos segundos en silencio, intentando asumir la noticia de que tendremos que buscar a un fantasma. Solo Isaac y Martina murmuran algo, pero los demás nos limitamos a mirar fijamente a Stefania.
            Cuando parece que al fin Kalahari va a interrumpir el silencio, se oye un golpe en la cocina y Mariam y Alejandro entran al salón corriendo. Nos olvidamos del problema que se nos acaba de presentar y miramos a los recién llegados, que parecen muy alarmados. Todos hacemos preguntas, pero están tan cansados que son incapaces de contestarnos. La diosa del tiempo nos pide que les dejemos respirar con un gesto.
            Pocos segundos después Alejandro, con mucha ilusión, empieza a contarnos lo que ha ocurrido mientras estaban en nuestra época. Habla muy rápido y es bastante difícil comprender lo que dice:
-     ¡¡Estaba allí, lo hemos visto!! ¡Era uno de los que están arreglando la casa! Con cara de asiático, alto, con el pelo muy oscuro y peinado así –coge su pelo y lo estira hacia arriba-. Muy borde con todo el mundo, yo creo que es él…
Álex para de hablar y nos mira esperando nuestra reacción, pero nadie contesta. Ha hablado tan rápido y tan alocadamente que solo Mariam ha comprendido sus palabras. Suspira y, con cara de malas pulgas, empieza a explicarnos lo que el dios del tiempo ha dicho:
-     Cuando hemos terminado de hacer la compra hemos ido a echar un vistazo a las obras de la casa. El caso es que había un montón de tíos con mesas plegables haciendo dibujos y uno de ellos era chino. Bueno, Alejandro dice que es japonés, pero yo no lo distingo. El caso es que éste –señala a Álex- dice que el chi… japonés sale en el libro y se ha emocionado mucho.
-     ¿No había un japonés? No muy alto, moreno, antipático y mayor que todos los demás. La descripción física encaja, y de vez en cuando maldecía en su idioma cuando se equivocaba. Además, si está trabajando en un proyecto tan importante como para que le hayan dejado entrar al país, es porque tiene fama y experiencia… y eso último se consigue con la edad, ¿no?
Recuerdo al muchacho que están describiendo, pues aparecía en las páginas del libro a las que ayer presté atención. Como es típico en esa historia, no aparecía su nombre, pero se le llamaba “el reservado japonés”. Álex no lo ha mencionado (supongo que para evitar que se note que conoce más detalles de la cuenta), pero en el libro también se decía que su inteligencia era superior a la media y que le costaba mucho abrirse a los demás.
No me hace mucha gracia pensar en convivir con un tipo así, y menos tener que acercarme a las ruinas de la casa por si alguien nos ve y se lo cuenta a Ángeles, pero necesitamos avanzar y encontrar pronto al resto del grupo. Aunque no acostumbro a intervenir en las decisiones que se van tomando, soy yo la que propone ir a buscar al japonés:
-     ¿A qué estamos esperando entonces? Vamos a buscarle, a ver si avanzamos.
-     Últimamente hemos “avanzado”, como tú dices, mucho. Hemos encontrado a Jose y Kalahari, podemos tomarnos las cosas con calma… -me contesta Luz
-     ¿Calma? Nuestra gente está en peligro, Luz. Ya has visto lo que le han hecho a Martina –se queja Álex, muy enfadado.
-     Tranquilizaos –interrumpe Samuel la discusión-. Pensad un poco y analizad la situación. Tal y como está la cosa en nuestra época, no podemos llevar a Kalahari si queremos mantenerle con vida. Y no podemos ir todos si no queremos llamar la atención y que alguna vecina cotilla llame  a la abuela.
Asentimos. Puede que tengamos prisa, pero si vamos demasiado rápido todo lo que hemos hecho hasta ahora podría haber sido en vano.
Luz, Mariam y yo, que nos habíamos levantado dispuestas a partir, volvemos a tomar asiento. Samuel continúa con su discurso, aunque más que hablar con nosotros, lo hace para sí mismo. En voz baja, va enumerando las cualidades de cada uno mientras le observamos. Cada vez que dice algún nombre, esa persona se revuelve nerviosa en el asiento.
Pasado un rato, empieza a hacer cuentas con los dedos. Ahora, en lugar de hablar, mueve los labios. Cuando llega a cinco, alza la mirada y empieza a enumerar a las personas que irán a nuestra época.
-     Álex tendrá que ir por fuerza, porque él es el dios del tiempo; yo iré también para controlaros un poco, que no me fío, y por si hay que dormir a alguien; Jose, que tiene mucho descaro y su carácter es parecido al del japonés; por último… creo que lo mejor será que vayan Andrea e Isaac.
Los dos nos miramos sorprendidos. Ni Isaac ni yo tenemos ninguna cualidad especial que nos haga imprescindibles, y esperábamos quedarnos en 2005.
Nadie parece comprender la decisión del dios del sueño, pues lo más lógico sería que hubiesen ido Mariam y Stefania por la fuerza de la primera y la inteligencia de la segunda. Antes de que empecemos a quejarnos, Samuel vuelve a tomar la palabra:
-     No me he vuelto loco, creo que está bien que vayan ellos dos. Andrea es muy tranquila e inocente y suele caer bien a la gente, así que podría ayudar a la hora de acercarse a “la presa”.
-     Sí, lo de Andrea puede colar, pero… ¿Qué narices pinta el fantasma en todo esto? –gruñe Mariam. Isaac le dedica una mirada fulminante.
-     Pinta más de lo que parece. Aquí no serviría de mucho, porque el único que puede interactuar con él es Kalahari, y ni siquiera puede verle. Y si viaja, tendrá a Alejandro y Andrea. Además, si pasa algo o hay una pelea, todos podremos intervenir excepto ella, y me quedo más tranquilo si sé que tiene a alguien que la cuide.
Por algún motivo, todos parecen de acuerdo con la explicación del dios del sueño. A mí me molesta que piensen que necesito que alguien me cuide, como si fuese una niña chica, pero tengo que reconocer que me sentiré más tranquila con Isaac a mi lado.
Así, al ver que nadie tiene nada que objetar, Samuel da por aprobado su plan y pregunta a Álex si se encuentra lo suficientemente bien para hacer otro viaje temporal. Este asiente, y me alegro mucho al ver que ha cogido confianza a la hora de utilizar sus poderes. Agarra el brazo del dios del sueño y Jose no tarda en seguirle.
Yo dudo un poco, pues el último viaje temporal que hicimos fue bastante accidentado. Miro a Isaac, buscando la tranquilidad que normalmente me infunde hablar con él. Me sonríe y, mentalmente, me susurra unas palabras de ánimo.
Después de esto no tardo en agarrar el brazo de Alejandro, ya más tranquila. Como ha dicho Isaac: “Si pasa algo, nos pasará a todos juntos. Y cuando algo que te paso junto a tus amigos no puede ser realmente malo”.
De pronto, una fuerte luz nos rodea y todo comienza a dar vueltas.

-----------Nota de Sofía---------------
Hoy voy con prisa, pero he hecho un capítulo más o menos decente. Si hubiese tenido más tiempo le habría metido más rollo, pero de pronto tengo muchos compromisos sociales --.--" ¡Con lo agustito que estaba yo en mi sofá!
Espero que os haya gustado y que comentéis :)