miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 2.19.


-----Narra Isaac------
-¿Conoce alguien mejor que yo la  impotencia de saber que has perdido a alguien por un despiste? Mi vida, mi hermano, Andrea… todos fueron cayendo por mi culpa. ¿Por qué tuve que ponerme a jugar con el agua? Ni siquiera puedo tocarla –digo, consciente de que nadie puede escucharme.
Mientras Alejandro está en el 2005 pidiendo refuerzos, nosotros buscamos por los alrededores del río alguna pista del paradero de la diosa de la Tierra. El problema es que, a parte de patos, piedras y plantas aquí no hay nada. Nadie a quién pedir ayuda, ningún rastro de la persona que se ha llevado a Andrea.
Llevamos ya un buen rato buscando cuando el resto de miembros del grupo empieza a gritar nuestros nombres. Vuelvo junto al río frustrado, sin preocuparme de esquivar los árboles. Sé que no llegaré a tocarlos.
Al llegar, veo que están todos y pienso en el peligro que puede suponer que Kalahari esté aquí, pero no me da tiempo a reflexionar demasiado sobre el tema. El cubano suelta un grito de dolor y se lleva las manos a la cabeza, donde acaba de impactar una piedra de un tamaño considerable.
Miramos en todas las direcciones buscando al agresor y, pronto, Mariam recibe otro impacto y nos avisa de que éste está subido en un chopo (algo humanamente imposible). Desde allí, un chico con rasgos asiáticos nos saluda descaradamente con la mano.
-     ¡Me cago en tu suerte! ¿Qué haces ahí montado tirando piedras? –grita la chica.
Kalahari, que parece aún más enfadado que la diosa del sueño, hace un gesto raro con las manos y la rama del chopo se parte de pronto. El asiático cae al suelo junto a unas piedras enormes, haciendo bastante ruido.
-     ¡Eso te pasa por tocar las narices al dios de las piedras! –gruñe el cubano
-     Podría haberme matado, grandísimo ca…
El misterioso muchacho, cuya aparición repentina nos ha distraído de la búsqueda de Andrea y al cual odio más que a nada en el mundo en este momento, se tira encima de Kalahari dispuesto a pegarle, pero Samuel y Jose le detienen a tiempo y le retienen contra el árbol del que ha caído. Álex se acerca a él con gesto amenazante y, cogiéndole por el cuello, le dice:
-     Acaban de llevarse a mi amiga y no estoy para juegos estúpidos, así que si no vas a darnos ninguna información puedes ir largándote.
-     ¿Por qué tendría que hacerlo? –contesta, desafiante.
-     ¡Porque si no lo haces te voy a partir el cuello! ¿Te parece un buen motivo? –el tono serio del dios del tiempo nos pilla por sorpresa a todos y hace que retrocedamos unos pasos- Como le hagan algo los Hirsizlar, te juro que volveré y te haré yo lo mismo, maldi…
-     ¿Has dicho Hirsizlar? –el asiático mira a Alejandro más interesado que asustado.
 Me acerco para intimidarle yo también, sin estar seguro de si me ve o no, pero Martina me retine y me pide que confíe en su hermano. No tenemos tiempo para confiar, pero decido esperar a ver qué pasa. A lo mejor el asiático se presta a colaborar.
-     Eso he dicho.
-     ¿Tenéis relación con ellos? Entonces sí que sé dónde está tu amiga.
Todos nos acercamos ansiosos y empezamos a hacer preguntas. Alejandro suelta el cuello del chico,  que mira a todos con cara de asco hasta que sus ojos se posan en mí. Puede verme.
-     ¿Qué es lo que has preguntado, espíritu?
-     Que si tú eres uno de ellos.
-     No lo soy, pero la gente para la que estoy trabajando habla mucho de ellos. Por lo visto unos familiares suyos huyeron buscando venganza y no han sido capaces de encontrarles.
De pronto, todas las piezas comienzan a encajar. Un arquitecto asiático joven estaba trabajando en la construcción de la nueva Casa Morfeo y sus jefes eran, por lo tanto, Ángeles y Fernando.
-     Se la ha llevado la abuela. No habíamos contado con que pudiesen estar aquí.
-     Entonces he acertado y vosotros sois los fugitivos. Interesante… ¿cuánto pagaréis por mi silencio?
-     No vamos a pagar nada –interviene Martina en la conversación. Está muy decidida y parece que sabe lo que hace.-. Iremos a por nuestra amiga y después te arrastraremos con nosotros quieras o no quieras, dios de los animales.
-     Me llamo Kenshi, niña.
-     Me da igual, idiota.
Así, después de que Alejandro transmitiese las firmes palabras de su hermana al resto del grupo y de amenazar al japonés con las más terribles torturas, nos dirigimos entre los árboles al lugar donde antes estaba Casa Morfeo.
Está lleno de gente y de máquinas, al parecer ya han empezado las obras de reconstrucción. Una vez allí, Kenshi se detiene y se sienta en la hierba a observar cómo trabajan los obreros.
-     ¿Te vas a quedar sentado? –le pregunta Samuel, que parece extrañado de su actitud.
-     Si, no tengo otra cosa que hacer.
-     Dinos dónde se están alojando tus jefes.
-     En una pastelería vieja que hay en la otra punta del pueblo. Estaba vacía y se metieron allí por la cara, pero la vieja a hipnotizado a los vecinos para que no se quejen.
-     No te importa lo más mínimo traicionar a tus jefes, ¿verdad? –Jose, cuyo carácter ha hecho que tenga varios encontronazos con el nuevo a lo largo del trayecto, le mira asqueado.
Kenshi, que hasta ahora había estado contestando a las preguntas sin mirarnos a la cara, inclina la cabeza hacia atrás de forma que el largo flequillo ladeado que lleva cae hacia un lado. Sin modificar la expresión seria de su rostro, responde:
-     A mí me han pagado por hacer los planos de la casa. Mi empresa es muy famosa por el mundo entero, pero no es por guardar secretos. Si no me pagan por ello, no tengo por qué hacerlo.
Se queda tan tranquilo después de decir esto y continúa mirando la obra como haría un anciano jubilado. Parece muy concentrado en los palazos que da uno de los obreros, tanto que no deja de mirarlo ni cuando  Stefania y Jose empiezan a arrastrarle.
Mientras vamos a la pastelería, los gemelos van hipnotizando a todo el mundo de tal forma que no se inmutan al ver a Kalahari. Me pregunto por qué los dioses del sueño no habrán intervenido antes para crear una sociedad sin racismo y me doy cuenta de que cada vez nuestros poderes tienen menos sentido. Lo comento con Martina, que parece muy indignada también, lo que me hace tener esperanzas en un futuro tolerante.

Tardamos bastante en llegar a nuestro destino, pues la actividad Samuel y Mariam requiere de algún tiempo, pero mi nerviosismo no se calma al llegar allí y ver a Andrea en la puerta sana y salva.
Rodeando la casa a una multitud que habla en voz baja y llora, algunas personas también rezan. Cuando nos acercamos un poco para ver lo que está ocurriendo encontramos a un grupo de hombres vestidos de negro que sacan un ataúd por la puerta principal.

-------------Nota de Sofía------------
¡No os quejaréis! Esta vez he tardado poco en volver, tal y como os prometí. He aprovechado el día de huelga para escribir capítulos de las dos historias, me siento un poco rebelde... pero esto es más una afición que un trabajo, así que no me peguéis xD
Desde aquí me gustaría apoyar a todas esas familias que tiene pocos ingresos y están pasando por situaciones difíciles.  ¡Estamos con vosotros!

No hay comentarios:

Publicar un comentario