-----Narra
Isaac------
-¿Conoce
alguien mejor que yo la impotencia de
saber que has perdido a alguien por un despiste? Mi vida, mi hermano, Andrea…
todos fueron cayendo por mi culpa. ¿Por qué tuve que ponerme a jugar con el
agua? Ni siquiera puedo tocarla –digo, consciente de que nadie puede
escucharme.
Mientras
Alejandro está en el 2005 pidiendo refuerzos, nosotros buscamos por los
alrededores del río alguna pista del paradero de la diosa de la Tierra. El
problema es que, a parte de patos, piedras y plantas aquí no hay nada. Nadie a
quién pedir ayuda, ningún rastro de la persona que se ha llevado a Andrea.
Llevamos
ya un buen rato buscando cuando el resto de miembros del grupo empieza a gritar
nuestros nombres. Vuelvo junto al río frustrado, sin preocuparme de esquivar
los árboles. Sé que no llegaré a tocarlos.
Al
llegar, veo que están todos y pienso en el peligro que puede suponer que
Kalahari esté aquí, pero no me da tiempo a reflexionar demasiado sobre el tema.
El cubano suelta un grito de dolor y se lleva las manos a la cabeza, donde
acaba de impactar una piedra de un tamaño considerable.
Miramos
en todas las direcciones buscando al agresor y, pronto, Mariam recibe otro
impacto y nos avisa de que éste está subido en un chopo (algo humanamente
imposible). Desde allí, un chico con rasgos asiáticos nos saluda descaradamente
con la mano.
-
¡Me
cago en tu suerte! ¿Qué haces ahí montado tirando piedras? –grita la chica.
Kalahari,
que parece aún más enfadado que la diosa del sueño, hace un gesto raro con las
manos y la rama del chopo se parte de pronto. El asiático cae al suelo junto a
unas piedras enormes, haciendo bastante ruido.
-
¡Eso
te pasa por tocar las narices al dios de las piedras! –gruñe el cubano
-
Podría
haberme matado, grandísimo ca…
El
misterioso muchacho, cuya aparición repentina nos ha distraído de la búsqueda de
Andrea y al cual odio más que a nada en el mundo en este momento, se tira
encima de Kalahari dispuesto a pegarle, pero Samuel y Jose le detienen a tiempo
y le retienen contra el árbol del que ha caído. Álex se acerca a él con gesto
amenazante y, cogiéndole por el cuello, le dice:
-
Acaban
de llevarse a mi amiga y no estoy para juegos estúpidos, así que si no vas a
darnos ninguna información puedes ir largándote.
-
¿Por
qué tendría que hacerlo? –contesta, desafiante.
-
¡Porque
si no lo haces te voy a partir el cuello! ¿Te parece un buen motivo? –el tono
serio del dios del tiempo nos pilla por sorpresa a todos y hace que retrocedamos
unos pasos- Como le hagan algo los Hirsizlar, te juro que volveré y te haré yo
lo mismo, maldi…
-
¿Has
dicho Hirsizlar? –el asiático mira a Alejandro más interesado que asustado.
Me acerco para intimidarle yo también, sin
estar seguro de si me ve o no, pero Martina me retine y me pide que confíe en
su hermano. No tenemos tiempo para confiar, pero decido esperar a ver qué pasa.
A lo mejor el asiático se presta a colaborar.
-
Eso
he dicho.
-
¿Tenéis
relación con ellos? Entonces sí que sé dónde está tu amiga.
Todos
nos acercamos ansiosos y empezamos a hacer preguntas. Alejandro suelta el
cuello del chico, que mira a todos con
cara de asco hasta que sus ojos se posan en mí. Puede verme.
-
¿Qué
es lo que has preguntado, espíritu?
-
Que
si tú eres uno de ellos.
-
No
lo soy, pero la gente para la que estoy trabajando habla mucho de ellos. Por lo
visto unos familiares suyos huyeron buscando venganza y no han sido capaces de
encontrarles.
De
pronto, todas las piezas comienzan a encajar. Un arquitecto asiático joven
estaba trabajando en la construcción de la nueva Casa Morfeo y sus jefes eran,
por lo tanto, Ángeles y Fernando.
-
Se
la ha llevado la abuela. No habíamos contado con que pudiesen estar aquí.
-
Entonces
he acertado y vosotros sois los fugitivos. Interesante… ¿cuánto pagaréis por mi
silencio?
-
No
vamos a pagar nada –interviene Martina en la conversación. Está muy decidida y
parece que sabe lo que hace.-. Iremos a por nuestra amiga y después te
arrastraremos con nosotros quieras o no quieras, dios de los animales.
-
Me
llamo Kenshi, niña.
-
Me
da igual, idiota.
Así,
después de que Alejandro transmitiese las firmes palabras de su hermana al
resto del grupo y de amenazar al japonés con las más terribles torturas, nos
dirigimos entre los árboles al lugar donde antes estaba Casa Morfeo.
Está
lleno de gente y de máquinas, al parecer ya han empezado las obras de
reconstrucción. Una vez allí, Kenshi se detiene y se sienta en la hierba a
observar cómo trabajan los obreros.
-
¿Te
vas a quedar sentado? –le pregunta Samuel, que parece extrañado de su actitud.
-
Si,
no tengo otra cosa que hacer.
-
Dinos
dónde se están alojando tus jefes.
-
En
una pastelería vieja que hay en la otra punta del pueblo. Estaba vacía y se
metieron allí por la cara, pero la vieja a hipnotizado a los vecinos para que
no se quejen.
-
No
te importa lo más mínimo traicionar a tus jefes, ¿verdad? –Jose, cuyo carácter
ha hecho que tenga varios encontronazos con el nuevo a lo largo del trayecto,
le mira asqueado.
Kenshi,
que hasta ahora había estado contestando a las preguntas sin mirarnos a la
cara, inclina la cabeza hacia atrás de forma que el largo flequillo ladeado que
lleva cae hacia un lado. Sin modificar la expresión seria de su rostro,
responde:
-
A
mí me han pagado por hacer los planos de la casa. Mi empresa es muy famosa por
el mundo entero, pero no es por guardar secretos. Si no me pagan por ello, no
tengo por qué hacerlo.
Se
queda tan tranquilo después de decir esto y continúa mirando la obra como haría
un anciano jubilado. Parece muy concentrado en los palazos que da uno de los
obreros, tanto que no deja de mirarlo ni cuando Stefania y Jose empiezan a arrastrarle.
Mientras
vamos a la pastelería, los gemelos van hipnotizando a todo el mundo de tal
forma que no se inmutan al ver a Kalahari. Me pregunto por qué los dioses del
sueño no habrán intervenido antes para crear una sociedad sin racismo y me doy
cuenta de que cada vez nuestros poderes tienen menos sentido. Lo comento con
Martina, que parece muy indignada también, lo que me hace tener esperanzas en
un futuro tolerante.
Tardamos
bastante en llegar a nuestro destino, pues la actividad Samuel y Mariam
requiere de algún tiempo, pero mi nerviosismo no se calma al llegar allí y ver
a Andrea en la puerta sana y salva.
Rodeando
la casa a una multitud que habla en voz baja y llora, algunas personas también
rezan. Cuando nos acercamos un poco para ver lo que está ocurriendo encontramos
a un grupo de hombres vestidos de negro que sacan un ataúd por la puerta
principal.
-------------Nota de Sofía------------
¡No os quejaréis! Esta vez he tardado poco en volver, tal y como os prometí. He aprovechado el día de huelga para escribir capítulos de las dos historias, me siento un poco rebelde... pero esto es más una afición que un trabajo, así que no me peguéis xD
Desde aquí me gustaría apoyar a todas esas familias que tiene pocos ingresos y están pasando por situaciones difíciles. ¡Estamos con vosotros!
No hay comentarios:
Publicar un comentario