domingo, 30 de septiembre de 2012

Capítulo 2.15.


         Llevamos un rato haciendo turnos para leer en voz alta, pero casi no hemos avanzado. Aunque hemos superado las sesenta páginas, no ha aparecido ningún dato que pueda servir en nuestra investigación secreta. Samuel dijo algo del final de la historia, así que tendremos que tener paciencia.
-     Andrea –me llama Álex, sacándome de mis reflexiones.
Mi corazón se acelera ¿Habrá encontrado alguna pista mientras yo no le escuchaba?
-     ¿Qué? ¿Has encontrado algo?
-     ¿Cómo voy a encontrar nada? –me enseña el libro y reparo en que casi no se ve lo que pone.
La iluminación es casi nula y no podemos arriesgar a encender las luces, pero es prácticamente imposible entender el texto. Me asomo a la ventana y veo que el cielo, antes despejado y brillante, ahora está cubierto por unos nubarrones grises.
Maldigo en voz baja. No ha llovido en todo el verano, ni en esta época ni en la nuestra, y justo cuando nos hace falta la claridad de la Luna el mundo decide darse un baño.
-     Hey, Andrea –ríe Álex- ¿Estabas maldiciendo?
Me tapo la boca con las manos al darme cuenta de que tiene razón.
-     Ya te dije que Mariam no era una buena influencia, pero no me haces caso. Y ahora, volviendo a temas serios… ¿Qué vamos a hacer con el libro? Casi no hemos avanzado, sería una pena dejarlo.
-     ¿Crees que habrá algún mechero por aquí? –abro lentamente un cajón del mueble que hay junto al frigorífico. En él solo encuentro un puñado de cubiertos.
-     No lo veo probable. Ahora las cocinas funcionan con electricidad, y no he visto a Jose fum…
-     ¡Aquí! –encuentro un mechero verde con el escudo de un equipo de fútbol de entre unos platos de sopa.
-     De todas formas no servirá para nada. Si gastamos el gas podrían sospechar, y manteniendo el mechero encendido nos haríamos daño en los dedos.
Suspiro, comprendiendo que Álex tiene razón. Guardo el mechero donde estaba y vuelvo a sentarme enfrente del dios del tiempo.
Nos quedamos un rato en silencio, pensando en posibles soluciones. Encender la luz queda descartado, usar un mechero también, Isaac perdió sus poderes de dios del fuego al morir, el cielo está cada vez más oscuro… todo parece haberse puesto en nuestra contra.
Pasan los segundos sin que se nos ocurra nada y, para complicar aún más la situación, se empiezan a escuchar pasos en el pasillo. Álex y yo nos miramos asustados, preguntándonos qué deberíamos hacer mientras los pasos se escuchan cada vez más cerca.
Álex intenta esconderse debajo de la mesa, algo totalmente inútil teniendo en cuenta que los dos no cabemos, así que decido tomar el mando de la situación. Tiro de su brazo para indicarle que salga y, tras coger el libro, me meto en la despensa. Alejandro entra después y entorna la puerta dejando un espacio para poder ver quién es la persona que ha estado a punto de descubrir nuestra conspiración.
Tengo una sensación parecida a la de cuando llegamos a esta época. Todos mis sentidos están alerta, me siento vulnerable y estoy algo mareada. No me gustan los espacios pequeños y la despensa es un claro ejemplo de esos lugares que tanto odio, más aun teniendo en cuenta que tengo a Álex ocupando el poco espacio en el que no hay estanterías. Tener al dios del tiempo tan cerca me pone muy nerviosa, supongo que es por mi falta de costumbre al contacto con hombres.
Se ve que estoy respirando con demasiada fuerza, pues mi compañero de escondite me pide que guarde silencio colocándose el dedo índice frente a los labios. Asiento y el chico se gira para mirar a través dela rendija de la puerta, agachándose un poco para que yo pueda ver desde detrás.
La escena, con el sonido de la lluvia repiqueteando en la ventana de fondo, hace que esto tenga aspecto de película de miedo, sensación que se acentúa aún más cuando una luz rosa atraviesa flotando sola por la puerta. Habría gritado de no ser porque, unos segundos después, Stefania abre la puerta. Álex suelta una risilla histérica al comprender que no hay ningún fantasma y, sin dar ninguna explicación, abre la puerta y sale saludando felizmente a la rumana. La pobre chica, que estaba bebiendo agua, se lleva un susto de muerte, aunque no es comparable al que me llevo yo al ver el arranque de locura de Alejandro.
-     ¿De donde salís? El día que yo tenga ataque… -masculla Stefania cuando consigue recuperarse de su atragantamiento.
-     Eso me pregunto yo. No estamos aquí, tú estar dormida, nosotros ser sueñ… -digo sin pensar.
-     Deja de hacer el tonto, Andrea. Stefania es la única que puede ayudarnos por ahora.
-     ¡Pero Samuel y ella…!
-     ¿Qué os pasa? ¿Vosotros vampiros comedores de Stefanias? –nos mira con los ojos abiertos como platos y retrocede hasta quedar apoyada en la encimera.
-     ¿No me digáis que ahora existen también los vampiros?
-     Aquí los únicos chupa-sangres son los Hirsizlar…
Y, de esta forma tan tonta, Alejandro y yo empezamos a discutir sobre la existencia de los vampiros y nos olvidamos por completo de Stefania. De hecho, es ella quien tiene que recordarnos que sigue ahí, porque la conversación ha ido perdiendo forma hasta que hemos llegado a la conclusión de que todo el que come morcilla es un vampiro.
-     Chicos, yo cansada… ¿Puedo ir a dormir? Sueño…
Los dos recordamos de golpe la presencia de la diosa de la luz y Álex, despreocupadamente, le cuenta toda nuestra “conspiración” sin que yo sea capaz de detenerle. Al final, cansado de mis constantes quejas, le da el libro a Stefania para que busque la página y me lleva a un rincón de la cocina.
-     ¿Te crees que soy idiota? Cuando sepamos lo que necesitamos saber y Stefania se vaya a dormir, retrocederemos en el tiempo y será como si no hubiese ocurrido nada.
La mente retorcida de Alejandro me deja sin palabras. El chico se sienta junto a Stefania para continuar leyendo y  yo cojo la silla que hay enfrente para escuchar bien.
A pesar de mi proximidad y de que el dios del tiempo lee con voz alta y clara, soy incapaz de concentrarme en sus palabras. Está tan cerca,  tan, tan cerca de Stefania… Esa chica silenciosa, tan triste, cuya mirada estaba cargada de rencor no ha hecho nada para ganarse la confianza de Alejandro y, sin embargo, se pega a él como una lapa.
Cuando parece que solo han pasado unos minutos, la luz rosa se apaga e interrumpe mis cavilaciones. Cosa que, en parte, agradezco.
-     Ya es tarde, será mejor que lo dejemos por hoy –el chico cierra el libro-. Vete ya, Stefi -¿¡Stefi!?- Nosotros vamos a organizar un poco las cosas que hemos desordenado.
-     No hará falta que tú repetir. Buenas noches –bosteza y sale de la cocina seguida de nuevo de su foco rosa.
 Cuando entra en el salón y cierra la puerta, Álex me hace un gesto para que agarre su brazo. Es hora de volver al pasado, a justo antes de reunirnos en la cocina. Estamos a punto de irnos cuando una mano brillante se apoya en la espalda del dios del tiempo. Lo último que veo antes de volver es la tranquilizadora sonrisa de Isaac.

                                                           §
Aparezco en la silla de la cocina donde unos minutos antes (u horas después, depende de cómo se mire) estaba sentada Stefania. Me estoy preguntando qué habrá pasado con la Andrea de este momento cuando Isaac sale del mueble de los platos y me saluda con una risa maliciosa.
-     ¿Has terminado de hacer tu plan para matar a la rumana? Esas cosas no se piensan, niña mala. No puedes matar a una compañera.
-     ¿Ya has vuelto a leerme la mente? –aunque estamos a oscuras, estoy segura de  que el chico fantasma ha visto cómo me sonrojaba- Eso tampoco se hace.
-     Vale, vale, tranquila. De todas formas, la gente siempre ha dicho que “en el amor y en la guerra todo vale”, ¿no?
-     No lo llames guerra, solo estaba un poco enfadada por el cansancio.
-     No me refería precisamente a la guerra –vuelve a poner esa sonrisa pícara- Reconócelo, que “el grupo anti-Hirsizlar” tenga el mismo número de chicos que de chicas tiene que tener fines románticos.
-     ¿Entonces vas a perseguir a Martina mientras babeas? –intento desviar la conversación.
-     ¿Martina? Es demasiado joven para mí. ¿Me estás llamando pedófilo?
-     ¿Qué significa pedófilo? –pregunto, inocentemente.
-     Un adulto al que le gustan los niños –hace un énfasis especial cuando dice “le gustan.
-     Ay, eso es horrible… -me horroriza pensar que eso es posible- Entonces seguro que eres un “viejofilo”, sigue gustándote Ángeles.
-     ¿Viejófilo? Eso no existe. Además, aunque no lo parezca, tenemos la misma edad. Pero tienes razón, demasiado vieja y malhumorada.
-     Por tu forma de ser, parecería tu abuela o tu bisabuela, niño chico.
Nos miramos fijamente el uno al otro, desafiantes y somos incapaces de contener la risa. Por un momento es como si nada hubiese cambiado desde mis primeros días en Casa Morfeo y me siento más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.


--------------Nota de Sofía-------------
¡He vuelto! ¿Cuánto hace, mil años? El caso es que no he estado nada inspirada y me ha costado horrores escribir este capítulo a pesar de que sabía más o menos la forma que debía tener. Creo que el próximo no tardará tanto en llegar, a lo mejor esta semana o el finde.
¡Espero que os haya gustado!

PD: Os dejo la "encuesta de la muerte" a la derecha. Me hará mucha ilusión que votéis ^^

2 comentarios:

  1. Me encanta *___* La encuesta es trampa e.e Pero me quedo con Isaac...xD
    ¡Un beso!

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    1. De que planeta eres? Menuda velocidad xD Me alegro de que te haya gustado

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