domingo, 8 de julio de 2012

Capítulo 2.10.


Intento sacar más información a los chicos, pero Álex dice que si me cuenta todo “perderá la gracia” y no he conseguido que me diga nada. Obliga a Isaac a que salga de la habitación y no me cuente nada y bajan los dos juntos al salón.
No doy más vueltas al tema. Me duele la cabeza y no me apetece demasiado pensar, así que intento relajarme y seguir durmiendo. Lo veo complicado, después de todas las emociones que he vivido durante el día y de las cosas que me han contado Alejandro e Isaac. Aun así, no tardo más de diez minutos en estar completamente dormida.

-     Andrea. Andrea. Andrea. Andrea. Andrea… -me parece oír la voz de Samuel, pero no consigo abrir los ojos. A lo mejor es un sueño.
-     Tío, pareces un disco rayado –oigo decir a otra persona de voz más grave-. Verás como yo no tardo tanto en despertarla
Alguien me sacude con fuerza y voy abriendo los ojos lentamente. Ante mí están Jose y Samuel, que parecen llevar despiertos un buen rato. El segundo parece molesto con los modales del chico del futuro, pero no replica y se limita a saludarme con la mano.
Su hermana entra a la habitación con un rollo de vendas en una mano y un desinfectante en la otra. Mira a los chicos y hace n exagerado gesto de espanto. Se acerca a la cama, suelta las cosas y les arrastra fuera de la habitación. Cuando ha cerrado la puerta, grita:
-     ¿Qué estabais haciendo aquí? ¡Que solo lleva un camisón, pervertidos!
No había reparado en mi ligereza de ropa, pero me sonrojo al oír a Mariam.
Se acerca a mí y sin saludarme siquiera, empieza a quitar el vendaje de mi brazo. Trabaja con cuidado, pero con cara de asco. Parece que la sangre no le agrada demasiado, pero según me dijeron la noche anterior la herida estaba cosida y la hemorragia se había detenido. De pronto, comienza a hablar:
-     Es extraño que el borde ese no nos haya echado ya, con la de vendas que le estamos gastando. Y eso por no hablar de la comida, el estropicio del salón y que le hicimos ir a casa de su madre a por el camisón. Al final va a tener buen corazón y todo.
-     ¿No será que está empezando a gustarte? –contesto sonriente.
La diosa del sueño despega la vista de mi brazo herido y me dedica una mirada asesina. Está algo colorada, no sé si de ira o de vergüenza.
-     Vuelve a decir algo así y te clavo las uñas en la herida. Sabes que soy capaz.
-     Oh, perdona. Solo era una broma…
No me contesta y continúa su labor. El brazo está algo hinchado y me duele cuando aprieta la venda, pero no me quejo. Parece que Mariam no está hoy de muy buen humor. Me pregunto a qué viene esa antipatía hasta que reparo en la ropa que lleva puesta.
Por extraño que resulte, lleva puesto un vestido. Es larguísimo, le llega casi por los pies, pero sea como sea no es un pantalón  ¿Quién la habrá convencido para que se lo ponga?
Estoy tan concentrada intentando comprender la situación que no me doy cuenta de que ha terminado de curarme. Ahora me mete prisa para que coja un vestido que hay encima de la mesita de noche.
Al ver el vestido comprendo mejor lo ocurrido. Esta prenda me la regaló mi hermano por mi decimo sexto cumpleaños, pero se quedó en la pastelería cuando me trasladé a Casa Morfeo. El que lleva Mariam es uno de mi madre, por eso le está tan grande. ¿Para qué habrán ido a mi casa?
Me visto con cuidado para no hacerme daño y justo cuando he metido el brazo herido en su manga correspondiente, alguien llama a la puerta. La diosa del sueño se sobresalta como cuando un perro escucha un tiro y, sin esperar a que me ponga los zapatos, me coge del brazo bueno y baja corriendo las escaleras. Me cuesta seguirle el ritmo, pero consigo llegar a la planta baja sin caerme.
Todos están agolpados delante de la puerta y Jose intenta abrirse paso para llegar a ella a través del estrecho pasillo. Abre dando varias vueltas a una llave y quitando un cerrojo, unos segundos en los que todos están muy nerviosos. Supongo que el visitante es el nuevo miembro de nuestro grupo, pero aún estoy medio dormida y no soy capaz de emocionarme tanto como ellos.
Cuando se abre la puerta, la luz inunda el pasillo en el que todos estamos, haciéndonos entornar los ojos. En la puerta hay un chico más o menos de la edad de Álex, de pelo rizado y piel oscura.
-     ¡Hola! ¿Qué tal andan? Yo soy Kalahari, hijo de los dioses de las piedras –se presenta con un extraño acento.
-     Pasa, amigo. Están un poco impactados, pero es que vienen del año de la polca y no están acostumbrados a ver gente de color.
-     Tiempos de dictadura, que cosa tan terrible.
Entra en la casa y se sienta en el salón con todos nosotros. Tenemos que hacerles muchas preguntas sobre el tiempo en el que ellos viven, tanto a Kalahari como a Jose. Desde luego, es demasiado diferente a nuestra época.

------------Nota de Sofía-----------------
Es muy corto, lo sé, pero tengo mucha prisa. Disculpad.

2 comentarios:

  1. Jo,es corto T.T Pero no por ello no es genial jajaja ^^ Me hizo gracia lo de llamarles pervertidos xDDD Me he reído bastante jajaja Ya sabes,esperando el siguiente ^^
    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
  2. Es que tenía mucha prisa, mi madre me estaba pegando voces desde el salón *-* A ver si consigo acabara alguno en paz.
    Yo también me reí mucho imaginando lo del los pervertidos me habría gustado verlo xD
    Me alegro de que te haya gustado.
    ¡Un beso!

    ResponderEliminar